
Un estudio publicado en el Journal of Archaeological Science revela que la construcción de las murallas fronterizas durante las dinastías Qin (221-207 a.C.) y Han (202-100 a.C.) en China además de un logro de ingeniería impresionante fue también un factor clave en el colapso del imperio. La investigación, liderada por Zehao Li de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pekín junto a un equipo internacional, analiza por primera vez con precisión el costo humano y logístico de estas construcciones y cómo la sobrecarga de recursos pudo desestabilizar al Estado.

Balizas de la muralla Quin
La dinastía Qin, que unificó China y sentó las bases de su futuro imperio, es recordada por su reinado efímero y su rápida caída. Aunque históricamente se atribuye su declive a múltiples factores como rebeliones y mala gestión, el nuevo estudio apunta a un detalle concreto: la la construcción de la Gran Muralla del Norte.

Según los investigadores:
el esfuerzo masivo de movilización de mano de obra, reubicaciones forzadas y transporte de alimentos habría generado una presión insostenible sobre la población.
La investigación se centra en las murallas construidas en las montañas Yin, una región que era estratégica para defenderse de las incursiones nómadas. Mediante trabajo de campo, modelos 3D y análisis de técnicas constructivas, el equipo calculó el tiempo y las personas que se necesitaron para levantar estos muros. Los resultados son asombrosos: solo la muralla Qin requirió 5.5 millones de días-persona (equivalentes a una persona trabajando un día), sin contar los fuertes y torres de vigilancia asociados.
El estudio detalla tres métodos principales que se emplearon en la construcción de la muralla: Muros de piedra que era extraída localmente, con bloques tallados y rellenos de escombros. Cada metro construido requería unas 67 horas de trabajo. Muros de tierra apisonada, que eran más rápidos de construir pero menos duraderos, que se hacían compactando tierra húmeda en capas, con un ritmo de 10.6 horas por metro. Y muros mixtos que combinaban piedra en el exterior y tierra en el interior.
Además, las torres de vigilancia (balizas) eran cruciales para alertar de invasiones y solo en la muralla Qin se identificaron 828 balizas, cada una con plataformas, muros y habitaciones para soldados. Construirlas sumaría otros 568.100 días-persona al esfuerzo total.
Pero levantar la muralla fue solo una parte del problema, ya que alimentar y transportar suministros a los trabajadores —muchos de ellos reclutados forzosamente— resultó aún más costoso.
Según los registros históricos citados en el estudio cada obrero necesitaba 1,66 litros de grano al día, y dado que la región fronteriza era árida y estaba poco cultivada la comida debía traerse desde el corazón agrícola del imperio, a cientos de kilómetros de distancia.
Este transporte era lento y poco eficiente. Por ejemplo, si el grano viajaba 1600 km, solo el 39% llegaba a destino, y el resto era consumido en el trayecto como alimento por los transportistas. Para sostener a los 26.015 trabajadores de la muralla Qin se estima que se necesitaron 326.975 personas adicionales solo para logística, lo cual elevó la movilización total a 13,5 millones de personas, es decir, entre el 34% y 67% de la población del imperio (estimada en 20-40 millones).
Aclara el estudio:
Estas cifras excluyen otros megaproyectos simultáneos, como el Mausoleo del Primer Emperador o el Palacio Epang. La suma de todas estas demandas habría sido colosal, contribuyendo finalmente al colapso imperial.
La dinastía Han que sucedió a la Qin también construyó murallas en la misma región, pero con algunas diferencias clave como un menor costo humano, ya que aprovecharon que la frontera ya estaba más poblada y cultivada, para reducir así la necesidad de transporte remoto. Sus muros, aunque son más largos, se levantaron en solo 6 meses gracias a una mejor organización.
Aun así, los registros históricos muestran que el estrés en la población siguió siendo alto. Un pasaje del Shiji (crónicas de la época) citado en el estudio describe:
Los civiles sufrieron enormemente bajo estas cargas… los proveedores se esforzaban por abastecer las campañas militares, agotando recursos hasta que las provisiones se acabaron.
El estudio concluye que la muralla Qin no fue la única causa de la caída del imperio, pero sí un síntoma de un problema mayor: la sobrexigencia del Estado.
Escriben los autores:
La construcción de la muralla no fue la raíz del colapso imperial; más bien, la tensión sistémica surgió de las reubicaciones fronterizas y el transporte logístico nacional requerido para sostenerlas.
El imperio Qin pudo haber presionado en exceso, al intentar proteger sus fronteras mientras mantenía otros proyectos faraónicos. Una advertencia histórica sobre los límites del poder centralizado y el costo humano de las grandes obras.
Zehao Li, Giacomo Fontana, Andrew Bevan, Rujin Li, Frontier walls, labour energetics and Qin imperial collapse. Journal of Archaeological Science, Volume 181, September 2025, 106313. doi.org/10.1016/j.jas.2025.106313
