La Tumba del Primer Gobernante de la Antigua Ciudad de Caracol reescribe la historia Maya

Caracol se encuentra en el distrito de Cayo, Belice, dentro de la Reserva Forestal Chiquibul, cerca de la frontera con Guatemala. Su ubicación remota, inmersa en una densa selva, la mantuvo relativamente oculta durante siglos, lo que también ha contribuido a su buena conservación.

La antigua ciudaad de Caracol en Belice

Fue redescubierta accidentalmente por un leñador en 1937, aunque los pueblos indígenas locales siempre tuvieron conocimiento de su existencia.

Uno de los objetos hallados en la tumba. Crédito: Caracol Archeological Project/University of Houston

Las primeras exploraciones y estudios arqueológicos serios comenzaron en la década de 1950, pero no fue hasta la década de 1980, bajo la dirección de Diane y Arlen Chase, cuando se iniciaron excavaciones a gran escala y se reveló la verdadera magnitud y complejidad de la ciudad. Caracol fue una potencia dominante en las Tierras Bajas Mayas durante el Período Clásico (aproximadamente del 250 al 900 d.C.).

Es particularmente conocida por su rivalidad y eventual victoria sobre Tikal, una de las ciudades más poderosas de la región, ubicada en la actual Guatemala. Alrededor del año 562 d.C., Caracol, posiblemente aliada con la poderosa ciudad de Calakmul, lanzó un ataque devastador contra Tikal.

Las inscripciones de estelas en Caracol, como la Estela 17, describen la derrota y el «ajuste de nudos» (un eufemismo para la decapitación o subyugación del gobernante de Tikal, Wak Chan K’awiil), marcando un punto de inflexión en la historia maya y un «hiato» en el poder de Tikal. Tras su victoria, Caracol experimentó un período de gran prosperidad y expansión, ejerciendo influencia sobre una vasta red de ciudades y asentamientos más pequeños.

Los arqueólogos Arlen y Diane Chase están a punto de cumplir medio siglo de matrimonio, una vida compartida entre descubrimientos y excavaciones. Foto: Universidad de Houston

Se estima que su población pudo haber alcanzado los 100.000 habitantes en su apogeo. El sitio de Caracol es vasto y contiene miles de estructuras, aunque muchas aún están cubiertas por la selva.

La estructura más grande y emblemática es Caana («Palacio del Cielo»), que es el edificio hecho por el hombre más alto de Belice. Es un enorme complejo de templos y palacios que se eleva a unos 43 metros de altura, dominando el paisaje de la selva circundante.

Era el centro ceremonial y político de la ciudad. El sitio central está compuesto por varias plazas grandes y acrópolis elevadas, rodeadas de templos, palacios, altares y complejos residenciales.

Se han encontrado varios juegos de pelota, indicativos de la importancia de este ritual en la vida maya. Una extensa red de calzadas elevadas (sacbés) conectaba los diferentes distritos y centros cívicos dentro de la ciudad, facilitando el movimiento y la cohesión de la vasta población. Caracol es rica en monumentos esculpidos, como estelas (losas de piedra verticales con inscripciones y relieves) y altares. Estas registran la historia dinástica de la ciudad, sus guerras, victorias y ceremonias, proporcionando información crucial sobre la cronología y los eventos políticos de la civilización maya.

Al igual que muchas otras ciudades mayas de las Tierras Bajas, Caracol experimentó un declive y fue gradualmente abandonada hacia el final del Período Clásico, aunque las razones exactas de este colapso son complejas y aún objeto de debate.

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Houston ha desenterrado en las ruinas de Caracol, la antigua metrópolis maya ubicada en Belice, la tumba de Te K’ab Chaak, el primer gobernante de esta ciudad y fundador de su dinastía real. Este descubrimiento, el primero de un gobernante identificable en más de cuatro décadas de excavaciones en el sitio, revela nuevos datos sobre los orígenes de una de las civilizaciones más enigmáticas de Mesoamérica y su relación con el lejano centro urbano de Teotihuacán, en el actual México.

Caracol, que hoy yace oculta bajo la espesura de la selva beliceña, fue en su época de esplendor —entre los años 560 y 680 d.C.— una potencia política que dominó el sur de la península de Yucatán antes de su abandono hacia el 900 d.C.

Sin embargo, los orígenes de su linaje real se remontan mucho más atrás: Te K’ab Chaak ascendió al trono en el año 331 d.C., según los hallazgos presentados por los arqueólogos Arlen F. Chase y Diane Z. Chase, quienes dirigen las investigaciones en el sitio desde hace más de 40 años.

El entierro, ubicado en la base de un santuario familiar dentro de la Acrópolis Noreste de Caracol, contenía un ajuar funerario digno de un fundador de dinastía: once vasijas de cerámica, tubos de hueso tallados, joyas de jadeíta, una máscara de mosaico del mismo material, conchas de spondylus del Pacífico y otros objetos perecederos.

Entre las piezas más destacadas figura una vasija que muestra a un gobernante maya sosteniendo una lanza mientras recibe ofrendas de deidades, así como otra que representa a Ek Chuah, dios de los comerciantes, rodeado de tributos.

Cuatro de las vasijas retratan prisioneros atados, un motivo que también apareció en dos entierros relacionados. Dos recipientes adicionales tenían tapas con asas en forma de cabezas de coatí (llamado tz’uutz’ en maya), un animal que los sucesores de Te K’ab Chaak incorporaron a sus nombres como símbolo de poder.

Los análisis osteológicos indican que el gobernante falleció a una edad avanzada, medía aproximadamente 1,70 metros y había perdido todos sus dientes. Pero más allá de los detalles físicos, lo que ha capturado la atención de los investigadores es el contexto histórico de su muerte.

El descubrimiento no solo revela información sobre Te K’ab Chaak, sino que también refuerza una teoría largamente debatida: los vínculos entre los mayas y Teotihuacán, la gigantesca ciudad ubicada a unos 1.200 kilómetros de distancia, en el centro de México, comenzaron mucho antes de lo que se creía.

Tradicionalmente, los estudios mayas señalaban que el año 378 d.C. marcó un punto de inflexión, conocido como la «entrada», cuando elementos teotihuacanos aparecieron abruptamente en monumentos mayas. Sin embargo, los tres entierros descubiertos en Caracol —incluido el de Te K’ab Chaak— datan de alrededor del 350 d.C., es decir, una generación antes de ese evento.

Uno de los hallazgos clave que respalda esta conexión temprana es una cremación descubierta en 2010 en el centro de la plaza de la Acrópolis Noreste. Los restos, fechados mediante carbono-14 en el 350 d.C., incluían artefactos inequívocamente teotihuacanos: cuchillos grandes, puntas de atlatl (propulsor de lanzas) y quince hojas de obsidiana verde de Pachuca, una región al norte de Teotihuacán. Además, entre los objetos había una punta de proyectil tallada, típica de los guerreros teotihuacanos pero ajena a las tradiciones mayas.

El patrón de la cremación y su ubicación en medio de una plaza residencial no son prácticas mayas, sino teotihuacanas, explicó Diane Z. Chase, quien también es vicerrectora de asuntos académicos de la Universidad de Houston. Todo indica que el individuo principal de este entierro era un miembro de la familia real de Caracol que adoptó rituales del centro de México, quizás después de vivir allí como enviado diplomático.

Un tercer entierro, descubierto en 2009 en el mismo complejo residencial, corresponde a una mujer cubierta de hematita y acompañada de cuatro vasijas, un collar de cuentas de spondylus, fragmentos de espejo y dos conchas del Pacífico, reforzando la idea de que la élite de Caracol mantenía intercambios a larga distancia décadas antes de la «entrada» del 378 d.C.

Para Arlen Chase, profesor y director de Estudios Culturales Comparativos en la Universidad de Houston, estos hallazgos demuestran que los primeros gobernantes mayas ya estaban inmersos en redes diplomáticas panmesoamericanas. Te K’ab Chaak y sus sucesores no eran figuras aisladas, afirmó. Estaban involucrados en relaciones formales con Teotihuacán, lo que sugiere que el intercambio cultural fue bidireccional y deliberado.

La dinastía fundada por este gobernante perduró en Caracol durante más de 460 años, un legado que ahora comienza a entenderse con mayor claridad. Pero el descubrimiento también plantea preguntas incómodas: ¿viajaron realmente los mayas hasta Teotihuacán, o fueron los teotihuacanos quienes se desplazaron hacia el sur?

Según cálculos de los investigadores, un viaje a pie entre ambas ciudades habría tomado unos 153 días, una hazaña logística impensable sin una motivación política o económica de peso.

University of Houston

Brujula Verde

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

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