Amarna es el nombre moderno árabe para el sitio de la antigua ciudad egipcia de Ajetatón, que fue la capital de Egipto durante el reinado del faraón Ajenatón a mediados del siglo XIV a.C. Se encuentra en la orilla oriental del río Nilo, en lo que hoy es el Alto Egipto.

Christian monks established monastic communities within the tombs of Amarna’s necropolis during the Byzantine period. Credit: Wikimedia Commons
Ajenatón, quien se llamaba Amenhotep IV, decidió establecer una nueva capital en un lugar virgen, alejado de las influencias religiosas y políticas de Tebas, la capital tradicional. Esta decisión se debió a su radical reforma religiosa, que implicó el abandono del culto a los numerosos dioses tradicionales de Egipto, especialmente el poderoso culto al dios Amón, para centrarse en la adoración de una única deidad: Atón, el disco solar.

La ciudad de Ajetatón fue construida rápidamente y de forma planificada, con un diseño que incluía grandes templos abiertos al sol para la adoración de Atón, palacios, residencias para la élite y barrios para los trabajadores. Las estelas fronterizas marcaban los límites de esta nueva ciudad sagrada.
El período de Amarna fue una época de profundos cambios en la sociedad egipcia, no solo en la religión, sino también en el arte. El estilo artístico de Amarna se caracteriza por una representación más naturalista y a menudo exagerada de las figuras humanas, especialmente de la familia real, en contraste con el estilo más idealizado y formal de épocas anteriores. Esto se puede ver en las representaciones de Ajenatón, Nefertiti y sus hijas, que a menudo muestran cuerpos alargados y rasgos distintivos.
Nuevos hallazgos arqueológicos han transformado nuestra comprensión de Amarna, la otrora gloriosa capital del antiguo Egipto, fundada por el faraón Akenatón en el siglo XIV a. C. Conocida en la antigüedad como Akenatón, esta ciudad fue concebida como una capital revolucionaria dedicada exclusivamente al dios Sol Atón, simbolizando una ruptura drástica con el politeísmo tradicional egipcio. Durante unos quince años, Amarna prosperó como centro político y religioso, albergando impresionantes templos, palacios y complejos administrativos.
Sin embargo, tras la muerte de Akenatón, su sucesor, Tutankamón, abandonó Amarna y devolvió la sede real a Tebas. Durante generaciones, los historiadores creyeron que la ciudad estaba permanentemente desierta. Sin embargo, estudios recientes, publicados en la Revista Minia de Investigación Turística y Hotelera, revelan un capítulo olvidado en la historia de Amarna: su transformación en un centro del monacato cristiano durante los períodos romano y bizantino.
Las excavaciones arqueológicas en las tumbas de Amarna, en particular en la región norte de los acantilados, revelaron evidencia de asentamientos monásticos que datan de los siglos V y VI d. C. A diferencia de la majestuosidad de los templos faraónicos, los primeros monjes cristianos optaron por habitar tumbas excavadas en la roca, adaptándolas a austeras viviendas monásticas, iglesias y talleres.
La Tumba de Panehsy, también conocida como Tumba 6, reveló una pequeña iglesia con un ábside decorado con cruces rojas, aves y un águila, símbolos profundamente arraigados en el cristianismo primitivo en Egipto.
Los monjes cristianos establecieron comunidades monásticas dentro de las tumbas de la necrópolis de Amarna durante el período bizantino.
Las evidencias materiales, incluyendo ánforas importadas de Túnez, Siria y Alejandría, apuntan a un comercio activo durante este período. Objetos como vasijas de cocina, telares y nichos de almacenamiento tallados sugieren un estilo de vida monástico altamente organizado y autosuficiente. Esta cultura material ofrece una ventana a las rutinas diarias de los monjes que transformaron el desierto sagrado de Amarna en un nuevo paisaje espiritual.
Según el estudio, la presencia de los monjes en Amarna no fue resultado del exilio político ni de la persecución. Más bien, fue el ideal del monacato en el desierto —la búsqueda de la soledad y la purificación espiritual— lo que los atrajo a este lugar aislado.
Las tumbas y los acantilados, elevados sobre el valle del Nilo, probablemente tenían un significado simbólico como barrera entre lo sagrado y lo profano. Al hacerlo, los monjes reimaginaron Amarna no solo como un lugar de retiro, sino también como un sitio de resistencia espiritual y renacimiento.
Esta nueva interpretación de Amarna amplía su significado histórico: de un fugaz experimento faraónico de innovación religiosa a un centro de larga data de la arqueología cristiana en Egipto. Se erige como un raro ejemplo de un sitio donde dos revoluciones religiosas distintas —el ateísmo y el cristianismo— dejaron su huella en el mismo paisaje a lo largo de los siglos.
Ahmed Fathy Saddik, Samar Mostafa Kamal, Walaa Mohamed Abdekhakim (2025), Vida en Amarna durante el periodo romano tardío. Minia Journal of Tourism and Hospitality Research, vol. 19, n.º 2. DOI:10.21608/mjthr.2025.383481.1199
