Imagina un lugar en el sur de España, a tiro de piedra de la actual Sevilla, que hace 5.000 años era un epicentro. No era una «ciudad» en el sentido que la conocemos hoy, con casas y calles permanentes para todos, sino más bien un gran centro ceremonial y comercial. Piensa en ello como un punto de encuentro masivo donde la gente de los alrededores y de lugares lejanos convergía periódicamente.

Principales monumentos megalíticos de Valencina: Umbral de La Pastora entre corredor y cámara, visto desde la cámara ; corredor de La Pastora mirando al exterior. Crédito: Miguel Ángel Blanco de la Rubia / Aline Lara Galicia
Comercio a Larga Distancia: Su ubicación estratégica, cerca de la desembocadura del Guadalquivir en una gran bahía atlántica (¡sí, el Atlántico llegaba mucho más adentro en esa época!), lo convertía en un nudo crucial. Desde allí se controlaba el tráfico de materiales preciosos. Imagina ver marfil de elefantes africanos, ámbar del norte de Europa, huevos de avestruz y cobre, todo llegando y saliendo de Valencina.

A) Lámina de oro con cuatro «óculos» hallada en la Estructura 10.029, una pequeña fosa no funeraria situada cerca de la tumba de «La Dama de Marfil», en el sector PP4-Montelirio; B) Comparación de los tres motivos de «óculos» en lámina de oro conocidos en Iberia. Crédito: Miguel Ángel Blanco de la Rubia

Daga encontrada en la ofrenda secundaria a «La Dama de Marfil», sobre su cuerpo, con hoja de cristal de roca y empuñadura y vaina de marfil. Crédito: Miguel Ángel Blanco de la Rubia
Producción Especializada: No solo comerciaban, también creaban. Se han encontrado piezas de lujo increíblemente elaboradas, como puñales de marfil y cristal de roca. Esto sugiere que había artesanos muy cualificados que trabajaban para las élites.
Grandes Fiestas y Reuniones: Curiosamente, una de las pruebas más llamativas son unos platos cerámicos gigantes, de hasta 50 centímetros de diámetro. Los arqueólogos creen que se usaban para comidas colectivas masivas, ¡como si organizaran banquetes para cientos de personas! Esto servía para fortalecer lazos sociales y mantener la cohesión de la comunidad.
Monumentos y Rituales: El yacimiento está salpicado de dólmenes monumentales, zanjas y cuevas artificiales. Esto indica que era un lugar de gran importancia ritual y ceremonial, atrayendo a gente para participar en ritos y celebraciones.
Aquí es donde Valencina se vuelve realmente interesante. A diferencia de las primeras «ciudades-estado» de Mesopotamia, con reyes y grandes palacios, en Valencina no se ha encontrado evidencia de una jerarquía tan rígida. Los investigadores sugieren que el poder no se basaba en un gobierno centralizado o un ejército, sino en una combinación de religión, influencia económica y capacidad para organizar eventos multitudinarios. Era un «sistema de gobierno» más flexible, donde la capacidad de controlar el comercio, la producción de bienes de lujo y la organización de ceremonias gigantes les daba a las élites su autoridad.
Valencina tuvo un período de auge impresionante, pero finalmente decayó y fue abandonada. Esto coincidió con un cambio climático importante, conocido como el «evento 4.2K», que provocó sequías severas en el Mediterráneo. Es probable que la escasez de recursos y la alteración de las rutas comerciales contribuyeran a su colapso, perdiendo su papel como centro neurálgico.
Valencina es un recordatorio de que la historia humana es mucho más variada y compleja de lo que a menudo imaginamos. No todas las sociedades complejas siguieron el mismo camino hacia la formación de estados; algunas encontraron formas alternativas de organización y poder, como esta en el corazón de la Edad del Cobre ibérica…
Cuando pensamos en grandes asentamientos antiguos, nuestras mentes suelen viajar a Mesopotamia o Egipto, donde poderosos reyes gobernaban desde imponentes palacios y grandes ejércitos mantenían el orden. Sin embargo, Valencina nos muestra una realidad muy diferente en la Edad del Cobre.
Imagina una sociedad compleja, con miles de personas, comercio a larga distancia, artesanos especializados y monumentos impresionantes, pero sin una autoridad centralizada visible. Los arqueólogos no han encontrado un palacio real, ni edificios administrativos claramente definidos, ni pruebas de una burocracia estatal como la que veríamos en otras civilizaciones. Esto es lo que hace a Valencina tan especial y, a la vez, tan enigmática.
Los investigadores García Sanjuán y Earle proponen un concepto fascinante para describir la forma de organización de Valencina: una «relación dialéctica de jerarquía y comunalismo». ¿Qué significa esto?
Por un lado, la abundancia de los gigantescos platos de cerámica para comidas colectivas sugiere una fuerte cohesión social y la importancia de la cooperación y la participación comunitaria. Las grandes reuniones y festividades habrían servido para reforzar los lazos entre las diferentes comunidades que convergían en Valencina.
Por otro lado, la existencia de objetos de lujo en ciertas tumbas y la organización de la producción y el comercio indican que, aunque no hubiera reyes, sí existían élites. Pero su poder no era coercitivo en el sentido tradicional. Parece que su influencia se basaba en:
Control de recursos valiosos: Quienes manejaban el acceso a materiales como el cobre, la sal o el marfil tenían una posición privilegiada.
Organización de la producción: Los líderes podrían haber patrocinado a los artesanos especializados que creaban las piezas de lujo.
Poder religioso/ideológico: Es probable que un santuario o templo en Valencina atrajera a gente de lejos, dotando a quienes lo administraban de un gran prestigio y autoridad.
Capacidad de movilización: La élite de Valencina parece haber tenido la capacidad de organizar la mano de obra para la construcción de monumentos y la producción de alimentos a gran escala.
En esencia, era un sistema de poder más sutil y distribuido, donde el control no venía de la fuerza bruta, sino de la influencia, la organización de eventos y rituales, y la gestión del comercio y la producción. Se financiaba tanto con productos básicos (agricultura, ganadería) como con la riqueza generada por el nuevo comercio marítimo y la artesanía especializada.
Este modelo de Valencina desafía la idea lineal de que todas las sociedades complejas deben evolucionar hacia un estado jerárquico. Nos muestra que la cooperación, la religión y el intercambio pueden ser motores tan potentes como la coerción para generar formas de poder y organización social complejas.
Los arqueólogos sugieren que este enfoque de «producción monumental» (la creación de grandes dólmenes y otros elementos ceremoniales) y las grandes reuniones actuaron como una especie de «placebo social», aliviando las tensiones y conteniendo el surgimiento de sistemas políticos fuertemente autoritarios.
Es como si Valencina nos dijera: «Hay otras maneras de ser una sociedad avanzada». Su colapso, posiblemente ligado a factores climáticos y la ruptura de este delicado equilibrio, marcó el fin de una era y abrió la puerta a nuevas formas de organización política en la península Ibérica.
¿Por qué nos resulta tan utópico hoy?
Quizás lo que hace que este modelo de Valencina nos parezca una utopía es el contraste con la historia que conocemos, donde las sociedades a menudo evolucionaron hacia formas de gobierno cada vez más centralizadas y, en ocasiones, autoritarias. La idea de que una élite pudiera mantener su posición a través del prestigio religioso, la gestión del comercio y la organización de grandes banquetes y monumentos, en lugar de la fuerza, resuena con un ideal de armonía y colaboración.
Es un recordatorio poderoso de que las sociedades pueden encontrar maneras de organizarse de formas sorprendentemente diferentes, y que la cooperación y el «bienestar colectivo» pueden ser tan fundamentales como la riqueza o el poder individual.
Los arqueólogos lo llamaron un «placebo social», y la imagen es muy acertada. Es como si este sistema, al canalizar la energía y la inversión en rituales y monumentos compartidos, y al fomentar las grandes reuniones, hubiera actuado como una especie de «válvula de escape» o «amortiguador» contra las tensiones internas que a menudo llevan a la necesidad de un control estatal más rígido. Mantenía a raya los impulsos hacia sistemas políticos fuertemente autoritarios.
Sin embargo, como todas las utopías (reales o percibidas), este equilibrio era frágil. Cuando las condiciones cambiaron (el evento climático 4.2K, sequías, alteración de las rutas comerciales), el sistema no pudo sostenerse y colapsó. La historia nos muestra que estas formas de organización, aunque bellas, a menudo son vulnerables a grandes shocks externos o a la acumulación gradual de desigualdades que terminan rompiendo ese delicado balance.
Pero el hecho de que existiera, aunque fuera por un tiempo, es un testimonio de la adaptabilidad y la diversidad de la organización social humana. Y sí, es una idea preciosa y digna de reflexionar.
¡Excelente! Profundicemos en cómo la geografía y los hallazgos materiales de Valencina refuerzan la idea de esta «utopía prehistórica» que hemos estado discutiendo. Veremos cómo cada elemento encaja en la visión de una sociedad compleja pero no necesariamente jerárquica y coercitiva.
La ubicación de Valencina no fue casual; fue clave para su ascenso y para el desarrollo de su particular modelo social:
Cruces de Caminos Fluviales y Marítimos: Imagina Valencina en un punto donde el río Guadalquivir (entonces más navegable) se encontraba con una gran bahía atlántica. Esto la convertía en una puerta natural para el movimiento de personas y bienes. Era el lugar perfecto para controlar tanto el tráfico que subía el río hacia el interior de la península como el que venía del Atlántico, conectando el Mediterráneo, Europa y África.
Atracción y Convergencia: Esta posición privilegiada no solo facilitaba el comercio, sino que también la convertía en un punto de convergencia natural para diferentes comunidades. Si tu sociedad se basa en reuniones periódicas y en el intercambio, necesitas un lugar al que la gente pueda llegar fácilmente desde distintas direcciones. Valencina ofrecía eso. Era un nodo vital donde las rutas convergían, permitiendo que las ideas, las personas y los bienes fluyeran.
Los artefactos que los arqueólogos han desenterrado en Valencina son la evidencia más tangible de cómo funcionaba esta sociedad:
Lujo y Especialización sin Coerción Directa: El hallazgo de objetos exquisitos como el puñal de marfil y cristal de roca, cuentas de conchas, objetos de ámbar y vestimentas ceremoniales elaboradas, habla de una producción artesanal altamente especializada. Estas piezas no eran de uso diario; eran símbolos de prestigio y se encontraban en tumbas importantes. Sin embargo, el hecho de que no se hayan encontrado palacios o grandes fortificaciones, sugiere que el control de esta producción y su distribución se basaba más en el patrocinio y la influencia de las élites que en un poder coercitivo directo. Es decir, las élites ganaban y mantenían su posición a través de la capacidad de acceder y distribuir estos bienes de lujo, atrayendo así a otros.
Los Grandes Platos de Cerámica: Símbolos de Cohesión y Ceremonia: Estos son quizás los hallazgos más elocuentes de la naturaleza «comunal» de Valencina. Platos de hasta 50 centímetros de diámetro no están hechos para una cena familiar. Indican grandes banquetes colectivos, eventos donde la gente se reunía para comer, celebrar y reforzar sus lazos sociales. Estos rituales masivos habrían sido cruciales para la cooperación y la integración de las diversas comunidades que visitaban o residían temporalmente en Valencina. Eran una inversión en cohesión social, una forma de «pagar» por la armonía y la cooperación.
Las Tumbas y la Presencia «No Local»: El hecho de encontrar personas no locales enterradas en el sitio es otro indicio de su papel como centro de reunión. Si Valencina fuera solo un pueblo habitado, la mayoría de los enterramientos serían de sus residentes. Pero la presencia de individuos de otras regiones sugiere que personas de fuera venían a Valencina, quizás para participar en ceremonias, comerciar, o simplemente porque el lugar tenía una importancia simbólica que trascendía los límites de una comunidad local. Esto subraya la idea de que era un sitio de atracción regional o interregional.
Monumentos Funerarios (Dólmenes y Cuevas Artificiales): La construcción de dólmenes monumentales y cuevas artificiales requería una gran inversión de mano de obra y organización. ¿Cómo se lograba esto sin un «rey» que diera órdenes? Muy probablemente a través de la movilización de trabajo voluntario o ritualmente motivado por parte de las élites, usando su prestigio, su capacidad para organizar los banquetes (que «alimentaban» a los trabajadores) y su poder ideológico. Los monumentos en sí mismos se convertían en puntos de referencia y en focos para las reuniones y el ritual, reforzando el sistema.
En resumen, la geografía de Valencina la situó como un punto de encuentro ineludible, y sus hallazgos materiales reflejan una sociedad donde el prestigio, el ritual y el intercambio jugaron un papel central en la organización del poder, permitiendo una complejidad social asombrosa sin la necesidad de las estructuras estatales autoritarias que vemos en otras partes del mundo antiguo. Es la arqueología la que nos permite vislumbrar esta fascinante «utopía prehistórica».
Pensar en «utopías» o sistemas de poder complejos está muy bien, pero ninguna sociedad puede funcionar sin una base sólida de recursos. En la Edad del Cobre, la alimentación y la gestión de los recursos naturales eran el pilar fundamental.
Aunque el texto no detalla explícitamente la agricultura y ganadería de Valencina, podemos inferir mucho basándonos en el conocimiento general de la Edad del Cobre en la península Ibérica y en lo que se menciona:
Agricultura Intensiva: Para sostener una población que, aunque no permanente, era masiva durante ciertos periodos (miles de personas reuniéndose), se requería una producción agrícola considerable. Esto implicaría el cultivo de cereales como el trigo y la cebada, que eran la base de la dieta en la prehistoria europea. La presencia de «grandes platos cerámicos en contextos rituales» para «comidas colectivas» sugiere que tenían excedentes agrícolas significativos que podían destinarse a estos banquetes.
Ganadería: Carne y Otros Productos: La cría de animales como ovejas, cabras, cerdos y vacas también habría sido esencial. No solo proporcionaban carne para las grandes comidas, sino también leche, pieles, lana y fuerza de trabajo (arado, transporte). El control de estos «alimentos básicos (animales y cereales)» se menciona explícitamente como una de las bases del poder de las élites, lo que subraya su importancia.
La Sal: Un Recurso Estratégico: El texto destaca el control de la sal como uno de los recursos clave para las élites de Valencina. La sal era (y es) fundamental por varias razones:
Conservación de Alimentos: Esenciales para almacenar carne y pescado, permitiendo periodos de abundancia y transporte de alimentos.
Necesidad Fisiológica: Vital para la salud humana y animal.
Comercio: La sal era una mercancía valiosa por sí misma, que podía intercambiarse por otros bienes. Su control daba a las élites de Valencina una ventaja económica y política.
El Cobre y Otros Minerales: Aunque no directamente para la subsistencia, el control del cobre (para herramientas, armas y objetos de prestigio) y otros minerales cercanos también era crucial. La Edad del Cobre se llama así por una razón: la metalurgia era una tecnología de vanguardia y quienes controlaban su producción y distribución tenían un enorme poder.
Para que un lugar como Valencina funcionara como un centro de reunión periódico, las élites no solo tenían que controlar la producción, sino también la logística:
Almacenamiento: ¿Cómo almacenaban los excedentes de cereales y la carne salada para los grandes eventos? Se necesitarían silos o grandes graneros.
Movilización de la mano de obra: Construir dólmenes y grandes estructuras requería mucha gente. Esta gente no trabajaba por nada; necesitaban ser alimentados. Los grandes banquetes podrían haber sido una forma de «pago» o incentivo para el trabajo comunal.
Intercambio de «productos básicos»: Si bien se enfocaba en el lujo, el comercio también habría incluido productos básicos. Quienes venían de lejos a Valencina, quizás traían sus propios productos agrícolas o ganaderos para intercambiar, o dependían de lo que Valencina podía proporcionar durante su estancia.
Este vistazo a la base económica de Valencina nos ayuda a entender que su «utopía» no estaba en la escasez, sino en la gestión de la abundancia de una manera que, al menos por un tiempo, pareció evitar las estructuras estatales coercitivas. Fue una forma de «economía política» muy particular, donde el control de los bienes básicos y de lujo se entrelazaba con el prestigio religioso y la capacidad de organizar eventos multitudinarios.
¡Por supuesto! Es crucial entender que incluso las sociedades más ingeniosas y aparentemente «utópicas» son vulnerables. El colapso de Valencina no fue una excepción. Aunque su sistema de poder basado en el ritual y el comercio era único, su fin se debió a factores que afectaron a muchas civilizaciones antiguas: el cambio climático y la disrupción de sus redes vitales.
La Fragilidad de un Equilibrio Único: El Colapso de Valencina
Imagina el delicado equilibrio que mantenía a Valencina en su apogeo:
Abundancia de Recursos: Grandes cosechas y ganado para alimentar a las multitudes en los banquetes.
Comercio Fluido: El constante flujo de marfil, ámbar, cobre y otros bienes de lujo y básicos.
Cohesión Social: La capacidad de organizar eventos masivos y construir monumentos que unían a las comunidades.
Prestigio de la Élite: El poder de quienes gestionaban todo esto, basado en la influencia y la organización, no en la fuerza.
El «Evento 4.2K»: El Golpe Climático
El texto menciona un factor clave en la caída de Valencina: el «evento 4.2K». Este no fue un fenómeno local, sino un cambio climático global que ocurrió alrededor del 2200 a.C. y afectó duramente a varias regiones del mundo, incluyendo el Mediterráneo y Oriente Medio.
Sequías Prolongadas: Para una sociedad que dependía de la agricultura y la ganadería para alimentar a miles de personas (incluso si era periódicamente), las sequías eran catastróficas. Menos lluvia significaba menos cosechas, menos pastos para el ganado y, por lo tanto, menos comida.
Estrés Hídrico: Los ríos y acuíferos se reducirían, dificultando el acceso al agua para consumo y agricultura.
Presión sobre los Recursos: La escasez de alimentos y agua generaría tensión entre las comunidades, llevando a conflictos por los recursos menguantes.
La Desintegración de la Red y el Fin del Prestigio
Si la base de la subsistencia (alimentos) se veía comprometida, el impacto en el modelo de Valencina sería devastador:
Adiós a los Grandes Banquetes: Si no hay excedentes para las «comidas colectivas», la principal herramienta para fomentar la cooperación y reforzar los lazos sociales desaparecería. Sin los banquetes, ¿cómo se mantenía unida la gente?
Disrupción del Comercio: Las sequías y el estrés en otras regiones también afectarían a las fuentes de los bienes de lujo (marfil, ámbar, etc.). Si los socios comerciales de Valencina también sufrían, la cadena de suministro se rompería. Menos bienes valiosos significaría menos que intercambiar, y el prestigio de las élites que dependían de su distribución se erosionaría.
Pérdida de Movilización: Si la gente está luchando por su supervivencia diaria, es menos probable que dedique tiempo y esfuerzo a la construcción de monumentos o a viajes largos para ceremonias. El «placebo social» ya no funcionaría.
Decadencia del Poder Blando: El poder de las élites de Valencina no se basaba en el ejército o la coerción, sino en su capacidad para organizar y proveer. Cuando esa capacidad se ve minada por la escasez, su autoridad y prestigio se desvanecen.
En resumen, el «evento 4.2K» actuó como una onda expansiva que destruyó los pilares sobre los que se asentaba la sociedad de Valencina. La escasez de recursos socavó la base económica y la capacidad de las élites para mantener su sistema de poder. Las reuniones se hicieron inviables, el comercio se interrumpió y la cohesión social se resquebrajó.
Valencina fue abandonada, y aunque la región siguió habitada, nunca recuperó su papel como el gran centro ceremonial y comercial de la Edad del Cobre. Su colapso, junto con el de otros «megasitios» de la época, abrió el camino para el surgimiento de nuevas formas de organización sociopolítica, que a menudo sí incluían jerarquías más marcadas y estados tempranos, precisamente porque la resiliencia de un sistema «más blando» había sido puesta a prueba y fallado.
Es un recordatorio de que incluso las «utopías» prehistóricas tienen sus límites frente a desafíos ambientales y económicos extremos.
Leonardo García Sanjuán, Timothy Earle, Valencina: A copper age polity. Journal of Anthropological Archaeology, Volume 78, June 2025, 101688. doi.org/10.1016/j.jaa.2025.101688
