El Partenón, emblema de la civilización griega, trasciende su imponente fachada. Su intrincada estructura interna, marcada por siglos de historia, revela una ingeniería sofisticada y una profunda comprensión arquitectónica.

Este templo dórico de proporciones monumentales (30,88 m x 69,5 m) se erigió aplicando la proporción áurea (4:9) en diversos elementos. Esta armonía se aprecia en la relación entre el diámetro de las columnas dóricas y el espacio intercolumnario, la proporción entre la altura y la anchura del edificio, y las dimensiones de la cella interior. Este uso de la proporción áurea, más allá de su atractivo estético, sugiere una planificación meticulosa y un avanzado dominio de las matemáticas y la geometría.
La cella, el corazón del Partenón, se dividía en dos secciones principales. La mayor albergaba la estatua criselefantina de Atenea Partenos, obra cumbre de Fidias. La sección menor, el opistodomos, servía como tesorería y presentaba cuatro columnas jónicas sosteniendo su techo. La distribución interna de la cella reflejaba la significancia religiosa y política del Partenón.
El opistodomos, con sus delicadas columnas jónicas, sugiere una función ritual complementaria a su rol como depósito del tesoro. La elección del estilo jónico, más esbelto que el dórico predominante, podría señalar un espacio más íntimo y ceremonial dentro de la cella principal.
La naos, el espacio dedicado a la estatua de Atenea, exhibía una monumentalidad que contrastaba con la sutileza del opistodomos. Su diseño se concibió para optimizar la iluminación y destacar la majestuosa figura de la diosa. La ausencia de ventanas en los muros indica que la luz penetraba principalmente por la entrada principal, empleándose estratégicamente la luz natural para generar una atmósfera sagrada y reverente.
La construcción del Partenón constituyó una proeza de ingeniería, empleándose alrededor de 2000 toneladas de mármol pentélico, apreciado por su pureza y grano fino. Esta elección material confería elegancia y durabilidad a la estructura.
Para mitigar la ilusión óptica de curvatura en una edificación de tal magnitud, los arquitectos implementaron sofisticados refinamientos. Las columnas dóricas se inclinan ligeramente hacia el interior, el estilóbato se eleva sutilmente en el centro, y las columnas presentan éntasis, un ligero engrosamiento en su parte media. Estos ajustes creaban la percepción de líneas perfectamente rectas, evidenciando un profundo conocimiento de la perspectiva y la óptica.
Aunque la mayor parte de la decoración interior se ha perdido, los relatos de autores antiguos y los hallazgos arqueológicos permiten reconstruir parcialmente su opulencia. La estatua de Atenea Partenos, elaborada con marfil y oro, era una obra maestra monumental. Además, las paredes interiores lucían colores vivos como el azul, el rojo y el oro, generando un ambiente vibrante y ceremonial.
La estatua de Atenea Partenos, con más de 12 metros de altura, era el foco central de la decoración interior. Realizada en marfil y oro, simbolizaba el poder y la protección de la diosa sobre Atenas. Esta estatua, lamentablemente desaparecida, representa la cima del arte escultórico de la época y la profunda importancia religiosa del Partenón.
El uso de colores vibrantes en las paredes de la cella, en contraste con el mármol blanco exterior, contribuía a crear una atmósfera más íntima y festiva en el interior del templo. Estos colores, junto con la luz natural que ingresaba por la puerta, realzaban la experiencia religiosa de los fieles.
El Partenón albergaba en su interior una colosal estatua de oro y marfil, esculpida por Fidias alrededor del 438 a.C. Su visión desde la entrada debió ser impresionante, potenciada por un ingenioso sistema de iluminación y efectos que incluía complejas aberturas en el techo e incluso estanques estratégicamente ubicados.
El enigma de la iluminación interior del templo fue inicialmente planteado por el arquitecto francés Antoine-Chrysostome Quatremère de Quincy en el siglo XVIII, quien sugirió la existencia de aberturas en el tejado. Posteriormente, el arquitecto británico James Fergusson propuso la clave de ventanas en la cubierta.
El misterio ha sido finalmente desvelado por el arqueólogo y profesor de la Universidad de Oxford Juan De Lara, en un reciente artículo publicado en The Annual of the British School at Athens.
De Lara empleó reconstrucciones en 3D y cálculos basados en simulaciones físicas de la luz y su reflejo en diversas superficies para recrear con precisión la interacción entre la iluminación natural y artificial con los elementos del edificio y la estatua interior.
Aberturas estratégicamente distribuidas en el techo, estanques de agua interiores, ventanas y un mármol finamente pulido se combinaban para generar una atmósfera tenue donde la diosa parecía emerger deslumbrantemente de la penumbra.
En palabras de De Lara:
El Partenón no era solo una proeza arquitectónica, sino también óptica. Este templo, casi como un escenario teatral, estaba meticulosamente diseñado para redirigir la luz, crear atmósferas sagradas y conectar al visitante con lo divino mediante efectos especiales – aunque hay que recalcar que el templo era bastante oscuro.
Utilizando herramientas digitales de vanguardia, el arqueólogo logró recrear la estructura del templo con un margen de error de tan solo 2 centímetros, incluyendo la estatua de Atenea. Posteriormente, realizó cálculos sobre la posición del sol en diferentes momentos del año y del día, según los parámetros del siglo V a.C.
Así, De Lara concluyó que el sol aparecía por el horizonte en la mañana del día de la procesión de las Panateneas, y su luz entraba por la gran puerta del templo, reflejándose en la estatua y amplificando el efecto visual de la iluminación natural, creando un aura mágica y singular.
Imagina la experiencia de entrar al Partenón: tus ojos, aún deslumbrados por el sol exterior, adaptándose lentamente a la oscuridad interior. En ese instante, un rayo de sol que se filtra por la ranura de la puerta ilumina las vestiduras doradas de la diosa. Este era el efecto que los arquitectos y Fidias buscaban crear. ¡Debió ser sobrecogedor!
Para maximizar el potencial de los descubrimientos arqueológicos, es crucial seguir adoptando la tecnología y las herramientas digitales como aliados esenciales en la exploración y la investigación.
Referencia:
de Lara J., Illuminating the Parthenon. The Annual of the British School at Athens. Published online 2025:1-46. doi:10.1017/S0068245424000145
