Son testimonios silenciosos de la resiliencia, la esperanza y la identidad de un pueblo que enfrentó la adversidad con la convicción de un futuro mejor.

Los componentes de una llave acodada. En la parte superior está el mango, que en este caso es puntiagudo. De ella parte el vástago, que se une al mango en ángulo recto. De nuevo, un ángulo recto conecta el vástago con la broca, de modo que el eje largo de estos tres componentes se encuentra en una llanura diferente. Los dientes se sitúan verticalmente en la broca, paralelos al mango y perpendiculares al vástago. Crédito: Y. Pagelson et al.

Llaves de hierro romanas de Judea/Palestina de las que se tomaron muestras para este estudio. Crédito: E. Ostrovsky
Simbolizan la profunda esperanza de que algún día podrían regresar a sus hogares y volver a abrir sus puertas. A pesar de que la revuelta finalmente fracasó, el acto de conservar estas llaves revela una poderosa conexión con su pasado y un anhelo por el futuro.
La forma particular de estas llaves podría haber sido una innovación local, quizás exclusiva de la población judía de Judea. Esto las convertiría no solo en herramientas prácticas, sino también en marcadores de identidad en un período de conflicto y opresión.
Hechas de hierro blando trabajado a mano, nos ofrece información sobre las habilidades de los herreros locales y los materiales disponibles en la época. El hecho de que cada llave se hiciera para una cerradura específica subraya la importancia de la seguridad del hogar en un tiempo de incertidumbre.
En el mundo antiguo, las llaves tenían un significado simbólico más allá de su función práctica. Representaban autoridad, confianza y protección. Llevar consigo las llaves del hogar podría haber sido una forma de aferrarse a estos conceptos en medio del caos y la pérdida.
En la década de 1960 el arqueólogo Yigael Yadin descubrió en la Cueva de las Cartas, en el desierto de Judea, un tesoro de objetos pertenecientes a refugiados judíos que huían de la revuelta de Bar-Kokhba contra Roma (132-136 d.C.). Entre los objetos había 10 llaves de hierro, que los refugiados llevaron consigo con la esperanza de regresar algún día a sus hogares.
Desde entonces, se han encontrado docenas de llaves similares en excavaciones por toda la región, pero hasta ahora nadie había estudiado su diversidad y significado en profundidad.
Lo más sorprendente de estas llaves es su forma. Muchas tienen un ángulo recto, como un codo, lo que las hace muy diferentes a las llaves romanas encontradas en otras partes del imperio. Los investigadores las han llamado llaves de codo y creen que eran un diseño local, posiblemente usado solo por la población judía de la provincia romana de Judea.
Los componentes de una llave acodada. En la parte superior está el mango, que en este caso es puntiagudo. De ella parte el vástago, que se une al mango en ángulo recto. De nuevo, un ángulo recto conecta el vástago con la broca, de modo que el eje largo de estos tres componentes se encuentra en una llanura diferente. Los dientes se sitúan verticalmente en la broca, paralelos al mango y perpendiculares al vástago.
Estas llaves aparecieron por primera vez en el siglo I a.C. y dejaron de usarse después de la revuelta de Bar-Kokhba, cuando los romanos cambiaron el nombre de la provincia a Palestina y reorganizaron la región. Su desaparición coincide con la llegada de un nuevo tipo de llave, más común en el resto del imperio, lo que sugiere un cambio cultural y tecnológico tras la represión romana.
Además de su forma única, estas llaves tenían un significado simbólico. En la antigüedad, las llaves no solo servían para abrir puertas, sino que también representaban autoridad y protección. En la Biblia, por ejemplo, se habla de las llaves de la casa de David como símbolo de poder. En algunas tumbas de la época, se han encontrado llaves, posiblemente depositadas allí para ayudar a los difuntos a abrir las puertas del cielo, una costumbre que podría haber sido influenciada por tradiciones persas.
Además, en lámparas de aceite de la época, conocidas como lámparas Darom y asociadas a la población judía, aparecen representadas estas llaves de codo, lo que refuerza la idea de que eran un elemento distintivo de su cultura.
El estudio también analizó cómo se hicieron estas llaves. Los herreros locales utilizaban hierro blando, más fácil de trabajar, para darles formas complejas. Además, este material era menos propenso a romperse, algo crucial para un objeto que se usaba a diario. Las llaves se fabricaban en una sola pieza, martillando el metal hasta darle forma, y luego se ajustaban los dientes para que encajaran en la cerradura correspondiente.
Los investigadores utilizaron radiografías y microscopios para estudiar su estructura interna, descubriendo que, aunque algunas tenían partes de acero, la mayoría eran de hierro casi puro. Esto las hacía más flexibles y resistentes, una ventaja práctica en una época en la que no había cerrajeros ni repuestos fáciles de conseguir.
El estudio de estas llaves no solo es importante por su tecnología, sino también por lo que revelan sobre la vida cotidiana. Su variedad de tamaños sugiere que se usaban en diferentes contextos: las más grandes podrían haber sido para puertas de fortalezas o edificios públicos, mientras que las más pequeñas serían para casas privadas. Algunas tenían asas para colgarlas del cinturón, mientras que otras tenían mangos de madera para llevarlas al hombro, como se describe en textos antiguos.
Pagelson, Y., Farhi, Y., Mevorah, D. et al. Iron keys from the Roman Province of Iudaea/Palaestina: a typological and technological study. Archaeol Anthropol Sci 17, 111 (2025). doi.org/10.1007/s12520-025-02227-1
