En el pasado, diversos objetos son utilizados como dinero, como las conchas de determinados moluscos o la sal. Con el tiempo, se hace común el dinero mercancía, como las monedas de oro o plata que tienen un valor derivado del metal precioso que las forma. El dinero evoluciona al papel moneda o dinero representativo, cuyo valor esta respaldado por reservas de metales preciosos, de forma que no sea necesario llevar encima las monedas hechas de metales preciosos. El papel moneda consiste en billetes que pueden cambiarse por el valor indicado de oro o plata. Esta forma de dinero se usa hasta el siglo XX, cuando comienza a extenderse el uso del dinero fiduciario en las economías modernas, basado en la confianza.
Una reciente investigación publicada en el Journal of Archaeological Method and Theory presenta una novedosa perspectiva que reconfigura el debate. Según Mikael Fauvelle, autor del estudio, el dinero no nació como mecanismo estatal para recaudar impuestos, ni como una evolución natural del trueque interno en sociedades primitivas, como han sugerido teorías tradicionales. El dinero se origina para facilitar el comercio entre desconocidos, una idea que denomina la teoría del comercio del dinero.
El estudio coteja las dos posturas en torno a los orígenes del dinero. La primera es la del dinero como mercancía, que propone que este surge como un medio de intercambio para superar las limitaciones del trueque. El dinero permite así a las comunidades superar el llamado problema de la doble coincidencia de necesidades, es decir, la dificultad de encontrar a alguien que quiera intercambiar un bien específico por otro en el mismo momento. Esta teoría, defendida históricamente por Aristóteles y economistas como Carl Menger, sostiene que materiales valiosos y duraderos, como los metales, evolucionaron naturalmente hacia sistemas monetarios.
La segunda es la teoría chartalista o del dinero como crédito. Este enfoque, más reciente, sugiere que el dinero surge como una herramienta impuesta por los estados antiguos para estandarizar los pagos de impuestos y tributos. Esta visión, defendida por autores como Georg Friedrich Knapp y más tarde popularizada por David Graeber, subraya que el dinero tiene su origen en un proceso jerárquico, donde la autoridad central define su valor y uso.
Sin embargo, ambas perspectivas son cuestionadas. Los detractores de la primera argumentan que no existe evidencia histórica ni etnográfica que demuestre la existencia de economías basadas exclusivamente en el trueque, lo que lleva a calificar esta idea como el mito del trueque. Por su parte, la teoría chartalista ha sido cuestionada por minimizar el papel del comercio y las dinámicas sociales en el surgimiento del dinero.
Fauvelle propone una alternativa que combina elementos de ambas teorías, pero con un giro significativo. Según su análisis, el dinero no surge dentro de las comunidades para resolver intercambios locales, sino como una solución práctica para facilitar el comercio entre regiones, particularmente en situaciones donde los comerciantes deben interactuar con desconocidos o cruzar fronteras culturales y lingüísticas.
El autor respalda su hipótesis con evidencia arqueológica y etnohistórica de dos regiones clave: América del Norte precolombina y Europa durante la Edad del Bronce. En ambos contextos, materiales específicos, como cuentas de conchas en California y lingotes de bronce en Europa, comienzan a ser utilizados como dinero para garantizar el éxito de intercambios a larga distancia.
Explica Fauvelle que el comercio introduce una dinámica distinta a la del intercambio interno en sociedades pequeñas. Mientras que dentro de una comunidad las relaciones económicas suelen basarse en la reciprocidad y la confianza, los comerciantes que atraviesan largas distancias enfrentan un reto mayor: negociar con extraños en contextos desconocidos. Aquí, el uso de un medio de intercambio común, portátil y con valor intrínseco, resulta esencial.
El primer caso de estudio presentado por Fauvelle se centra en las sociedades indígenas de América del Norte, particularmente en la región de California, donde las cuentas de conchas son utilizadas como moneda durante más de mil años antes del contacto europeo. Estas pequeñas cuentas, producidas en las Islas del Canal, son valoradas y se usan para comprar alimentos, herramientas y servicios.
La producción de estas cuentas alcanza niveles industriales, con millones de unidades fabricadas y distribuidas a lo largo de un vasto territorio que abarcaba cientos de kilómetros. Comerciantes de diferentes grupos culturales, como los mojave, transportan estas cuentas hacia el interior del continente, donde también se aceptan como medio de pago.
El estudio destaca que estas cuentas no solo cumplen una función económica, sino también social. Son usadas en rituales, para saldar deudas y como símbolo de estatus. Sin embargo, su valor práctico como dinero en intercambios comerciales es innegable. Según Fauvelle, la alta portabilidad y fungibilidad de estas cuentas las convierte en una herramienta ideal para el comercio en regiones tan diversas cultural y ecológicamente como California y el suroeste de Estados Unidos.
El segundo caso de estudio explora la economía de la Edad del Bronce en Europa, una época marcada por redes comerciales que conectan regiones desde Escandinavia hasta el Mediterráneo. En este contexto, el bronce, una aleación de cobre y estaño, no solo es utilizado para fabricar herramientas y armas, sino que también se convierte en un medio de intercambio.
Lingotes, hachas y anillos de bronce, muchos de ellos estandarizados en peso, circulan por todo el continente. Fauvelle argumenta que estas piezas cumplen una función similar a la del dinero moderno, permitiendo a los comerciantes realizar transacciones en mercados lejanos. La estandarización de los pesos facilita las negociaciones y reduce los conflictos en las transacciones, lo que demuestra un uso practico del bronce como moneda.
Además, el comercio de bronce no se limita a las élites. Aunque los gobernantes de la época puedan haber jugado un papel en su producción y distribución, Fauvelle subraya que la demanda de bronce es amplia, incluyendo a sectores más modestos de la población. Esto refuerza la idea de que el dinero no es un instrumento de control estatal, sino una herramienta que surge para resolver problemas prácticos en el comercio.
El estudio de Fauvelle plantea preguntas importantes sobre cómo entendemos el dinero y su papel en la historia humana. Su teoría del comercio del dinero no busca reemplazar por completo las teorías tradicionales, sino complementarlas al destacar un mecanismo alternativo para el surgimiento de los sistemas monetarios.
El dinero probablemente emerge de manera independiente en múltiples regiones y por razones diferentes. En algunos contextos, pudo ser un producto de la autoridad estatal, mientras que en otros, como los analizados en este estudio, es una innovación práctica impulsada por la necesidad de las transacciones.
Fauvelle, M. The Trade Theory of Money: External Exchange and the Origins of Money. J Archaeol Method Theory 32, 23 (2025). doi.org/10.1007/s10816-025-09694-9
