La antigua Roma ha pasado a la historia como una de las civilizaciones mas grandes y poderosas de la antigüedad. Sus grandes logros incluyen la construcción de grandes edificios, su organización de un sistema de gobierno eficiente y la formulación de una serie de principios legales. Estas políticas han servido como base para la mayoría de los sistemas modernos de gobierno y justicia.

A pesar de que el sistema político romano deja espacio a las clases más desfavorecidas, no es nunca una democracia completa, favorece a los ricos, y solo el 10% de la población tiene derecho al voto.

El imperio romano durante la República, se rige por un sistema de elecciones y magistraturas que aunque favorece a los ricos, deja espacio a las clases más desfavorecidas.
Dice Polibio, en el siglo II a.C. del sistema de gobierno romano, en el que se combinan elementos oligárquicos y democráticos:
Si uno se fija en el poder de los cónsules, la constitución parece ser monárquica y real, si en el Senado diría que es una aristocracia; y cuando uno observa el poder de las masas, parece claramente ser una democracia.
Este sistema tan particular es fruto de siglos de evolución política desde la expulsión de los reyes y el establecimiento de la República en el 509 a.C., un proceso que lleva de un primer sistema de gobierno aristocrático en el que el Senado patricio y los cónsules acaparan el poder, a una estructura más flexible que permite a los plebeyos participar también en la toma de decisiones.
Con secesiones, revueltas y mártires los plebeyos consiguen acceder al Senado y protegerse mediante los tribunos de la plebe, quienes a partir del 287 a.C. pueden proponer leyes de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos. Con ello las clases más acomodadas de plebeyos se unen a los patricios para formar la nobilitas: el establishment que dirige la República durante siglos.
Pese a ello Roma no es nunca una democracia completa, pues casi todos los magistrados son elegidos mediante un sistema en el que los votos de las 98 centurias de los ciudadanos más ricos tienen más peso que las de los pobres, convirtiendo las elecciones en una plutocracia donde los estos ni se molestan en votar. Y como en Atenas, mujeres, esclavos y no ciudadanos quedan excluidos de la política, por lo que se calcula que solo el 10% de la población vota.
Pero aún sin poder elegir a cónsules y pretores el vulgo tiene el poder de votar las leyes propuestas por los tribunos, así como elegir a cuestores y ediles, dándole al pueblo un poder legislativo desaparecido hoy en día. Los tribunos tienen asimismo el poder de vetar las decisiones de todos los cargos salvo el de dictador, por lo que con el pueblo detrás podían congelar la política y poner freno a las tendencias más autocráticas de los nobles.
De toda este popurrí de cargos plutocráticos, elecciones excluyentes y costumbres ancestrales emerge la República que conquista el Mediterráneo con sus legiones, un sistema que si bien imperfecto, y por supuesto corrupto, sienta las bases de las democracias liberales por las que nos gobernamos hoy en día.
National Geographic
