Contrincante de Hernán Cortés, Nuño de Guzmán es acusado de esclavizar, maltratar y masacrar a los indígenas durante la conquista del reino de Nueva Galicia, en México.

Otro tirano insensible y cruel. Describe el padre Bartolomé de Las Casas a Nuño de Guzmán en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552). El religioso defensor de los indios ofrece ahí un listado de los crímenes cometidos por este conquistador.

No es el único en señalarlo. A lo largo de su vida, Nuño de Guzmán sufre muchas acusaciones que lo llevan a la cárcel y sellan su imagen como la personificación del mal.

Parroquia de Santiago Apóstolen Compostela (estado de Nayarit, México), la primera capital del Reino de la Nueva Galicia fundado por Nuño de Guzmán. David Bigorra
Nacido en Guadalajara en 1490 y muerto en Valladolid el 26 de octubre de 1558, Nuño de Guzmán perteneció a una familia de hidalgos. Cuando tenía 30 años formó parte de la guardia personal del emperador Carlos V. Su fidelidad y arrojo le valieron un cargo de confianza mucho mayor, que le habría de llevar al Nuevo Mundo: en 1525 fue nombrado gobernador de la provincia de Pánuco, en el noreste de la Nueva España, el actual México. En su nuevo destino, Guzmán se rodeó de eficaces colaboradores y gobernó con la determinación que siempre lo caracterizó.
Su gestión le valió una nueva promoción: presidente de la nueva Audiencia del Virreinato de la Nueva España, el máximo tribunal de justicia en México, que se acababa de crear. Desde aquel cargo se ocupó de asegurarse de que se respetaba la ley y se mantenía la fidelidad a la Corona. Ese puesto lo convertía, a todos los efectos, en el hombre más poderoso de la Nueva España.
En realidad, cuando Carlos V decidió enviar a Guzmán como gobernador a Pánuco, una provincia de escaso valor minero o estratégico, se trataba solo de una excusa, una tapadera. El objetivo principal era que lograra contrarrestar el poder que Hernán Cortés había alcanzado desde su celebrada conquista del Imperio azteca en 1521. El rey y sus consejeros confiaban en que Nuño de Guzmán, en su nuevo cargo, podría disputar el mando de Cortés y garantizar que el nuevo territorio mantendría la fidelidad al emperador.
En el Nuevo Mundo, Guzmán no tenía muchos aliados ni protectores políticos, pero supo conectar con los bandos de encomenderos (españoles terratenientes con el derecho de emplear a los indígenas como mano de obra forzosa) y grupos locales que litigaban contra Cortés. En pocos meses alcanzó el control de la gobernación y limitó considerablemente la influencia de aquel conquistador. En la corte real se felicitaban por ello.
Cuando en 1528 lo nombran presidente de la Audiencia, Guzmán redobló las acusaciones contra su archienemigo. Juan de Zumárraga, religioso franciscano obispo de México, dejó escrito que «sobrevino tanto silencio en los negocios de don Hernando [Cortés], y tantas causas y acusaciones contra él, que no había letrado que lo osase ayudar».
Cortés tuvo que regresar a España para dar cuenta ante el rey de los crímenes de que se le acusaba, lo que permitió a Guzmán disfrutar de su poder. Pero el placer no le duró mucho. En 1529, Cortés fue capaz de limpiar su nombre de las acusaciones y fue restituido en la Nueva España, esta vez con el título de marqués del Valle de Oaxaca. No eran buenas noticias para Nuño de Guzmán. Fue esta circunstancia lo que empujó a Guzmán a emprender esa huida hacia delante que fue su aventura conquistadora en la Nueva Galicia, para alejarse de un Cortés sediento de venganza y establecer su propio territorio independiente.
Guzmán decidió extender la frontera del Imperio hispánico por el noroeste, una región que se prometía llena de riquezas. En 1529 formó un ejército de varios miles de soldados españoles e indígenas, el más grande reunido hasta la fecha en América, y se adentró con él en territorio inexplorado, en una expedición que duró varios meses. En 1531 dirigió una segunda expedición aún más audaz en la misma dirección. El territorio, una vez sometido, sería conocido como Reino de la Nueva Galicia.

Guzmán ejerció allí como gobernador y fundó numerosas ciudades. Pocos hombres habían logrado amasar tanto poder en tan poco tiempo, apenas un lustro. Pero en su ascenso había dejado un buen número de enemigos y también un rastro de sangre que sus rivales no dudarían en hacer público. Su caída sería tan espectacular como su ascenso.

Cuando un alto cargo dejaba su puesto era sometido al llamado juicio de residencia: una minuciosa investigación de su labor con el objetivo de denunciar abusos o actos de corrupción. Guzmán había hecho sufrir a Cortés un severo juicio de residencia. Ahora habían cambiado los papeles y era Cortés quien residenciaba a Nuño de Guzmán y enumeraba sus desmanes durante la conquista de la Nueva Galicia.

El juicio mostró que, como gobernador de Pánuco, Guzmán había abusado de su posición de poder. Así lo denunciaron numerosos testigos, entre ellos Cristóbal de Flores, uno de los capitanes de Nuño de Guzmán. Flores denunció la violencia innecesaria y brutal empleada por Guzmán en sus campañas militares. También don Francisco Tenamaztle, noble indígena aliado de los españoles en las guerras del Mixtón, testificó sobre las atrocidades perpetradas por Guzmán. Se decía además que Guzmán daba trato preferencial a familiares y amigos a cambio de fidelidad ciega. Organizó cacerías de indígenas, a los que marcaba con hierros en el rostro y los enviaba a las islas del Caribe, donde eran vendidos como esclavos. El traslado se hacía en bergantines y bateles cuyos dueños eran amigos de Guzmán.

En el juicio de residencia contra Nuño de Guzmán como gobernador de la Nueva Galicia (1531-1537) salieron a la luz testimonios de más abusos, entre los que destaca la injusta ejecución en la hoguera del último cazonci o rey purépecha, Tangáxoan II, en 1529. Como consecuencia de estas acusaciones, en 1537 el tribunal decidió arrestar a Guzmán. Tras pasar dos años encarcelado en Ciudad de México, fue enviado de vuelta a España cargado de grilletes. Nunca regresaría al continente americano.

Todavía hoy, 500 años más tarde, los historiadores estudian los miles de páginas que produjeron los juicios a Guzmán. La mayoría de ellos se inclina por dar crédito a las acusaciones. Envidioso, mezquino, cruel, sanguinario, despiadado o genocida son algunos de los adjetivos que han empleado para describirlo. Un grupo minoritario matiza las acusaciones, sin llegar a refutarlas. Incluso quienes desdeñan la leyenda negra como un instrumento de manipulación ideológica se quedan cortos de argumentos cuando evalúan el recorrido de este hombre. En pocas palabras, Guzmán representa todo aquello que hubo de violento e injusto en el proceso de expansión imperial.

Nuño perteneció a una época, ese primer medio siglo de la conquista, en el que primaron los líderes fuertes, implacables y, en muchos casos, excesivos. Está todavía por dilucidar si su pésima fama se debe exclusivamente a los hechos que acontecieron, o si la enemistad con Cortés y sus aliados determinó, a la larga, la imagen de Guzmán que predomina en la historiografía.
Nuño de Guzmán: Juicio de residencia en Nueva Galicia
Aristarco Regalado Pinedo.
Anábasis, Guadalajara, 2023.
National Geographic
