En los primeros años del siglo XIX, los escritores alemanes Clemens Brentano y Achim von Arnim deciden elaborar una colección de poesías basadas en cuentos populares alemanes, que aparecen en tres volúmenes, entre 1805 y 1808, bajo el título El muchacho de la trompa mágica.

Brentano y Arnim formaban parte del círculo romántico de Heidelberg y son fieles seguidores de las teorías de Johann Gottfried Herder, quien mantiene que la poesía es el alma o el espíritu del pueblo, por lo que es necesario recopilar los testimonios de las literaturas populares desaparecidas a fin de recuperar y entender ese espíritu, diferente en cada nación.

Siguiendo estos postulados, los dos amigos se esforzaron por recuperar los tesoros de la antigua poesía popular alemana, que se creían perdidos, para rescatarlos y entregarlos de nuevo al pueblo. En 1806, Brentano escribió desde Heidelberg a su cuñado, Friedrich Carl von Savigny, profesor en la Universidad de Marburgo, para preguntarle si conocía a alguien en Kassel que pudiera darse una vuelta por la biblioteca y ver si había allí algún que otro antiguo poema que le pudiera copiar.

Savigny pensó enseguida en uno de sus estudiantes, un joven de 21 años llamado Jacob Grimm, quien aceptó el encargo junto a su hermano Wilhelm, un año menor.

Jacob y Wilhelm eran naturales de Hanau, en el Principado de Hesse Kassel. Con poco más de diez años Jacob y Wilhelm habían perdido a su padre, funcionario de profesión, lo que sumió a su familia numerosa (en total eran seis hermanos) en graves dificultades económicas.

Tan sólo gracias al apoyo de una tía que residía en la corte pudieron continuar sus estudios y trasladarse en 1802 a Marburgo para estudiar Derecho. No podían imaginar que allí descubrirían una vocación que determina sus vidas. El encargo de Brentano lleva a Jacob y Wilhelm Grimm a embarcarse en un proyecto propio de gran ambición: elaborar una recopilación de cuentos populares a la que dan el nombre de Cuentos de niños y del hogar (en alemán Kinder und Hausmärchen).
En cuanto los hermanos empezaron a trabajar en los cuentos, se dieron cuenta de que eran una reliquia del pasado alemán de la que no se podía prescindir. Jacob manifestó en una ocasión que no habría podido trabajar con tanto afán en textos aparentemente tan humildes si no hubiera estado seguro de lo importantes que podrían ser para la comprensión de la poesía, la mitología y la historia de Alemania.
A finales de 1806 o comienzos de 1807, los hermanos estaban trabajando ya en la recopilación de los textos. Inicialmente se apoyaron en relatos orales, porque este procedimiento prometía más posibilidades de obtener buenos resultados, y no dejaron de esforzarse por rastrear y buscar nuevos relatores, sobre todo mujeres mayores del campo.
Hoy sabemos que no todos los cuentos de los hermanos Grimm están basados en relatos orales. Algunos eran variantes, orales y escritas, de recopilaciones de cuentos publicadas previamente, como las de madame D’Aulnoy, Charles Perrault, Gianfrancesco Straparola, Giambattista Basile y el clásico de la literatura árabe las Mil y una noches, así como de las primeras colecciones de cuentos alemanes: las de Johann Karl August Musäus y Benedikte Naubert.
En cualquier caso, son más de veinte las personas que contribuyen con sus relatos. Entre ellas las seis hijas del farmacéutico Wild, vecino de los Grimm en Kassel (una de ellas, Dorothea Wild, contraen matrimonio con Wilhelm), así como Friederike Mannel, hija del pastor de la cercana localidad de Allendorf, las hermanas Hassenpflug, las seis hijas de la familia Haxthausen y también las hermanas Droste-Hülshoff, una de las cuales, Annette, sera la poetisa más relevante del XIX alemán.
Pero la que más cuentos aportó a la colección fue, sin duda alguna, Dorothea Viehmann (de soltera Pierson), hija de un inmigrante hugonote, que residía en las cercanías de la ciudad de Kassel. Así pues, todo el material de los cuentos, con muy escasas excepciones, es aportado por mujeres.
No debe olvidarse que muchas de ellas han recibido una educación afrancesada, bien por su origen hugonote, bien porque por aquel entonces esta de moda educar en la cultura francesa a las hijas de las clases más distinguidas de la sociedad.
Algunos de los cuentos transmitidos por estas mujeres fueran, son versiones de los cuentos de hadas franceses, que llegan a Alemania a través de las colecciones de madame D’Aulnoy y otras, y eran utilizados con frecuencia para que los niños aprendan la lengua del país vecino.
Pero más importante, es el hecho de que las narradoras de los cuentos no son precisamente campesinas, sino mujeres de la alta burguesía y con buena formación. En 1812, los hermanos publican su colección gracias al acuerdo al que llegó Achim von Arnim con un impresor de Berlín. El reconocimiento no se hace esperar, y el 14 de octubre de ese mismo año Wilhelm Grimm escribe a su hermano: Los cuentos nos han hecho famosos en todo el mundo.
El éxito reside en la estricta fidelidad con que los Grimm reproducen los cuentos, sin añadir nada que no esté en el relato original. Los hermanos sienten filólogos, coleccionistas, transmisores y preservadores de un tesoro popular, en contraste con sus predecesores, que habían trabajado de forma muy libre con los testimonios de la poesía popular, dándoles una forma claramente literaria, en correspondencia con la de las colecciones de cuentos italianos o franceses que circulan por toda Alemania.
Durante cuarenta años se publican sucesivas ediciones de la obra. De 1807 a 1810, es Jacob quien más trabaja en los cuentos y quien empieza a publicarlos en periódicos y almanaques como testimonio de la pervivencia oral de antiguos mitos y epopeyas alemanes.
Pero sería Wilhelm quien, posteriormente, comienza a publicarlos en almanaques para niños, sentando con ello las bases para el que será después su público principal. Wilhelm va perfilando el estilo, y en ocasiones retoca algunos detalles de las historias que podrían no resultar del todo convenientes para los jóvenes lectores.
Por ejemplo, en la primera versión de Blancanieves la reina malvada no era la madrastra de la niña, sino su propia madre, al igual que en la edición de 1812 de Hansel y Gretel era la madre, y no la madrastra, la que envia los niños al bosque para que mueran allí de inanición o devorados por las fieras.
La combinación de la recopilación científica de Jacob y la reelaboración estilística de Wilhelm produjo la magnífica obra que todos conocemos y que tan importante puesto ocupa en la literatura occidental, convirtiendo los cuentos de los hermanos Grimm en el libro alemán más editado y traducido de todos los tiempos.
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