Cuatro exposiciones simultáneas en Amberes sacan a la luz, la figura del pintor

Fallecido hace 75 años, el barón de Ensor (que en sus primeras obras es despiadado con el rey, el clero y la plutocracia) resucita en los altares de la ciudad barroca de Pieter Paul Rubens, Anthony Van Dijk y Jacob Jordaens.

En su camino de perdición por el alcoholismo, el padre de Ensor le anima a que sea artista. Su muerte marca la vida del pintor.
Su madre regenta una pequeña tienda de objetos múltiples en las que nunca faltan máscaras, antifaces, pelucas… no en vano el carnaval de Ostende, la ciudad en la que casi nunca sale, celebra uno de los mejores carnavales del mundo.

El museo de bellas artes KMSKA, el de fotografía FOMU, el de moda MOMU y el museo de dibujos y grabados Plantin-Moretus, viviseccionan la vida, la obra, los temores, y los deseos de Ensor.

Explica Cathérine Verleysen, responsable del arte de los siglos XVIII y XIX en el KMSKA:
Él quiere ser el gran artista belga de vanguardia, pero al principio no es muy consciente de lo que es el impresionismo. No es hasta 1886, en el Salón de Invierno del grupo de artistas Les XX, que tres de sus obras pueden compararse con las de Degas, Renoir, Monet y Pissarro. Los críticos se dan cuenta de que la luz de uno y las de los otros es distinta.
Tanto en este museo como en el Plantin-Moretus se hace evidente que Ensor no es solo el pintor “de las máscaras y los esqueletos.

Dice el comisario de la muestra Herwig Todts:
Aunque sea fácil perder la perspectiva de su obra, ya desde 1892 se constata que Ensor le da más importancia a la variedad y la variación que a la especialización, y por eso le gusta practicar todos los géneros posibles, marinas oníricas, un retrato de mujeres coquetas, esqueletos.

La trayectoria de Ensor tiene todos los elementos del pintor rechazado y malentendido que el tiempo pone en su sitio, pasa a la posteridad como un gran maestro. Su Cristo entrando en Bruselas es un escándalo. Al Mesías apenas se le distingue en esa pintura estilo.
Tan pequeño e insignificante como la multitud, pero con su aura dorada encima de una burra, dice Verleysen:
Ensor es un refusé… un mal comprendido, pero acabará siendo una vedette, muy centrado en la música y en la literatura, visitado por pintores que piden consejo o inspiración
En sus últimas décadas de vida, Ensor parece más interesado en el trabajo sobre imprenta, con los aguafuertes, en un trabajo mar minucioso, que supervisa a pie de la imprenta, como décadas más tarde hacen Picasso o Arroyo. Como hace Rembrandt tal vez la única influencia clara en su carrera:
Rembrandt es muy importante para él, por la figura de Cristo, por la intensidad de la luz que pinta y le hace descubrir los aguafuertes.
Dice Verleysen;
¿Por qué tantos esqueletos? Por el miedo a la muerte, claro,. ¿Y las máscaras? No son para esconder la verdadera cara –concluye- sino para mostrarla.
El póker de exposiciones en Amberes se completa con dos muestras que tendrán una atención especial en un próximo número de Magazine.
Una, la del FOMU, gira entorna a una artista cuya obra entronca directamente con Ensor: cada autofotografía de Cindy Sherman es un disfraz, una crítica, una máscara, un personaje que sonríe sospechosa. La otra, en el MOMU, el atrevido museo de la moda, el maquillaje, la peluquería en luminosas campañas de publicidad explican otra dimensión del pintor de Ostende.

James Ensor, un pintor desenmascarado 75 años después (msn.com)
