Sociedad del bronce, clasista, aguerrida y comercial

El dominio de la aleación de cobre y estaño fue importante como para dar nombre a la segunda fase de la Edad de los Metales, la del Bronce. Esta siguió a la del Cobre y precedió a la del Hierro, y se desarrolló durante unos dos mil años, entre 3300 y 1200 a. C., pero otros pueblos habían empezado a trabajar el bronce tiempo atrás.

La exposición Dinastías. Los primeros reinos de la Europa prehistórica, en el (MARQ) hasta octubre de este año, se centra, en el Viejo Continente –entonces nuevo–, y explica los cambios durante ese período.

El concepto de guerra se asentó en la Edad del Bronce, ligado a la implantación de los primeros reinos en Europa. Al igual que hoy, las armas eran herramientas de violencia y coacción, pero también símbolos del poder político.

El término “reino” es el “Wánax”, en griego antiguo, rey, al igual que “basileus”, y ambos figuran ya en las tablillas de la civilización minoica, que se desarrolla ahora.

El carácter hereditario de los privilegios es una de las revoluciones que sacuden a las sociedades de la Edad del Bronce, y tiene que ver con el surgimiento del comercio a gran escala. Los metales, que cruzan distancias de 500 kilómetros, anticipan los fundamentos del valor de cambio, la producción en serie y hasta de las monedas.

Más allá de la guerra, la desigualdad social y la identidad, “Dinastías. Los primeros reinos de la Europa prehistórica” examina la competencia por el territorio, el desarrollo tecnológico y el comercio internacional, como si la Edad del Bronce hubiera sido el instante fundacional del mundo tal como lo conocemos ahora, una primera ventana a la globalización.

Si en la primera parte (La forja de una nueva sociedad) se ilustra la génesis de esos Estados primigenios –expansivos y marciales–, en la segunda (Metalurgia e intercambio) se explican los procesos del oro, la plata, el ámbar o el estaño, así como sus redes de intercambio, para concluir, en la tercera (Dinastías), con una visión de aquellos hombres y mujeres que trataron de perpetuar sus privilegios, consolidando, así, los primeros linajes europeos.

Hay una selección de 482 piezas, procedentes de 21 museos europeos. Diez de ellos son españoles –el propio MARQ ha aportado dieciséis obras de sus fondos–, y el resto de Hungría, Eslovaquia, Alemania, Bélgica, Portugal y Dinamarca. Además, setenta investigadores de toda Europa han participado en la elaboración de los contenidos científicos.

Las culturas de El Argar (España), Únetice (Europa central) y Otomani Füzesaboni, en la 4 cuenca carpática, perfilan el paisaje de ese territorio continental.

Destaca el Disco de Nebra, la primera representación conocida de la bóveda celeste en Europa, que fue hallada en 1989 en el estado de Sajonia-Anhalt (Alemania), junto con un tesoro.

Su hallazgo abrió nuevas vías de investigación sobre el Bronce Antiguo en la cultura de Únetice, que, junto con las de El Argar (España) y Otomani Füzesaboni, en el este de Europa, ponen el marco de esta muestra.

Es cuando las primeras dinastías toman conciencia de su poder y se las ingeniaron para sobrevivir en un ambiente de cooperación con otros reinos, pero también de implacable competencia.

El comercio se impone por primera vez a la geografía, y Europa central y el sudeste de la península ibérica absorbieron cambios.

Destaca el sombrero de oro de Schifferstadt (Alemania), la diadema de oro de Quinta da Água Branca (Portugal), la espada con empuñadura de oro de Guadalajara o la espada y el hacha de combate decoradas de Téglas (Hungría).

En una sociedad agropecuaria, en la que predomina la producción de cereal y el pueblo se alimenta de carne de cerdo y leche de oveja, cabra o vaca, el auge de la minería y el desarrollo de la metalurgia y la orfebrería representan un salto cuántico.

En el momento en que una élite empieza a dominar esos mercados y se relaciona con sus pares de otros reinos, está ya el substrato de una sociedad jerarquizada, en la que la defensa y el ejercicio de la violencia se confiaban a un cuerpo de guerreros. Afirma Janos Dani:

Los jefes aseguran el control del comercio a larga distancia y de los recursos locales más importantes con grupos de hombres armados.

Destaca también un panel sobre la tumba de Halberstadt, hallada en 2019 en Sajonia-Anhalt (Alemania). Es el esqueleto de un varón que aparece junto a un vaso cerámico, un puñal de cobre y un brazal de piedra con motivos geométricos.

Otra tumba, la de Leubingen, perteneciente a la cultura de Únětice, nos presenta a un príncipe, o cacique, que es enterrado con sus armas, varias herramientas de bronce y piedra y un brazalete, dos anillos y alfileres de oro.

El túmulo, que alcanzaba los nueve metros de altura, recuerda al de los faraones, y, evidentemente, nada tiene que ver con el cementerio excavado en la misma área, en el que fueron sepultados docenas de campesinos.

Aunque los enterramientos son de hombres, en Únetice aparecen también restos de mujeres con piezas de orfebrería.

La espiritualidad es una condición de estas culturas proclives a dejar ofrendas a los dioses en forma de objetos de cobre, bronce, oro y ámbar.

En una semblanza sobre Luis Siret –quien, junto con su hermano Enrique, excava el yacimiento de El Argar –, la doctora en Prehistoria y Arqueología Ruth Maicas Ramos precisa que, para este sabio belga, los cambios en el registro arqueológico eran achacables a las “ideas religiosas de los distintos pueblos”.

Y, sin duda, la oportunidad de acceder al trabajo de los Siret, gracias a las piezas cedidas para la ocasión por el Museo de Arte e Historia de Bruselas, es otro de los hitos de esta muestra, que sintetiza los conocimientos sobre esa cultura del sudeste de la península ibérica, que, como tantas otras, se desvaneció sin hacer ruido.

Aclara el Museo de Alicante:

Hace 1500 años antes de nuestra era, cambios económicos y políticos desarticulan las rutas comerciales. El tremendo esfuerzo exigido a la población campesina terminará por llevar estas sociedades al colapso.