Repensarme. A veces el destino hace favores, aunque parezca lo contrario.
Cuando hay poca edad y se conoce la adversidad, piensas que es tremendo.
Y puede que lo sea.
Pero conforme cumples años, te das cuenta, que vivir es batallar que decía Celestina, y que siempre va a haber bueno, malo y regular. Pero significa que estamos en el tajo.
Y el problema no es tanto la adversidad que se tenga como la manera de afrontarla.
También habría que matizar.
Perder los bienes no es nada al lado de enfermar. Reivindico la salud mía y de mi familia. Se que el que está enfermo no es precisamente porque quiere.
Pero me ceñiré a los bienes materiales.
Está sobrevalorado de verdad el ser rico. Se erigen en héroes y no es para tanto, pero vivimos en un entorno muy competitivo y la presion mediatica es grande.
Casi aboca a ello. Da igual a lo que te dediques, lo que hagas tiene que ser rentable si o si. Despues son carne de siquiatra, porque no han hecho otra cosa en su vida que trabajar.
Son pilares de la economía y se les respeta como tales. La mayoría han luchado mucho y han vivido por y para crecer. Su ambición, más bien codicia, es un motor de la economía.
Pero casi siempre han pagado un precio personal.
Y la vida es corta (y la memoria mas).
Si algo me gusta de ellos es que han tenido un objetivo desde jóvenes, y cuando los demás divagaban, ellos ya estaban concentrados en su cometido.
Pero obviamente, se han perdido muchas cosas, y no digo que sus vidas sean peores, pero si más limitadas que las del resto, aunque el sistema los erija en paladines.
Yo he pasado por perder casi todo, no todo, y doy fe que no es el peor momento de mi vida, muy al contrario, casi me senti aliviada.
Es un instante de renacer, de hacer tabla rasa, de volver a empezar e intentar ser yo misma. Me he pasado la vida intentando complacer a los que me rodeaban y al final ha sido un laberinto de servidumbre hueca.
Pero es solo una opinión, para gustos colores. El viaje siempre va por dentro y la percepción es subjetiva.
De pequeña, por todos los medios intentaba captar la atención de mi madre que era desdeñosa conmigo (porque no me parecía a ella) una indoeuropea rubia casada con un semita oliva (quien a su padre parece, honra merece).
De joven, siempre intente no fallar en las expectativas que mis padres habían puesto en mí.
No los culpo, en el caso de mi padre, era un señor educadísimo, muy del XIX.
Pero mi madre, en fin, no le importaba ventilarme pronto, casi mejor, una boca menos.
Y fui obediente al ideario, no tan diferente al de las castas de la India. Y ahi si que lo perdi todo sin saberlo, pues aparque mis proyectos vitales, para pasar a ser satelite de los proyectos de otro. Pero asi es la vida.
Como mujer el pasillo era estrecho en un contexto de provincias.
Pero como ser humano, me abría a la aventura de conocer gente, leer de noche, hacer deporte, e infinidad de propuestas que emergerían espontaneas.
El periplo nunca fue recto sino elíptico, con subidas y bajadas pronunciadas como en una montaña rusa.
Pero el balance es bueno y todavía ando en proceso, a fin de cuentas, la identidad es una impostura, susceptible de modificación.
En estos momentos siento plenitud, para mí el mayor patrimonio y ojalá dure. No hay otro patrimonio.
Tengo muchos proyectos y fe de futuro y que triunfe la imaginación, alfa y omega.
El resto es anécdota.
