Llegar pronto a clase de las 9

Cada día me esfuerzo por levantarme pronto, pero sacando al perro, demoro.

Soy la mayor de mi clase en la Universidad y la impuntual y no sé qué hacer, porque para llegar a las 9, debería de levantarme a las 6.

Es un horario de labriega preconciliar.

He de decir que no toda la culpa es mía. Vivo a cuatro km escasos de la ciudad, en una carretera que a primera hora del día parece la calle mayor del pueblo.

Andando llegaría antes a mi destino.

Pero además se suma la salida de mi can joven, que a esa hora encuentra olores muy sugerentes por el campo ya que anoche vino una piara de jabalíes seguramente hambrientos a los que eche mi verdura de cocido y me lo agradecieron.

Pero cuando no es eso, son los zorros que bajan por la noche o las cabras montesas en celo y los machos que bajan de la sierra.

Un podenco es un sabueso que encuentra indicios y de forma obsesiva los sigue.

A las 8 de la mañana, deseo como los dueños de perro fofos de las ciudades, dar la vuelta a la manzana y adiós, pero mi can no opina lo mismo y acostumbrado a tener iniciativa propia, se larga lejos y vuelve cuando lo cree conveniente, casi siempre pasados 10 minutos o más…satisfecho de hacer la buena acción del día como un scout.

¿Lo mato? ¿? Debería, pero me hace gracia su brío juvenil y su talante alocado, cumplo años y valoro esos rasgos.

Cuando decido salir, ya voy rasada de tiempo, y he de cruzar semáforos descompasados, coches viejos de madres pésimas conductoras, camiones de reparto, autobuses de línea y el resultado es que en la Universidad, aparco en Marte, con lo que llegar al aula se demora.

Hoy he llegado a las 10, me avergüenza decirlo. Los profesores son amables conmigo y no me reprochan nada, pero desearía pasar más desapercibida, que en mi caso es difícil, porque hablo hasta bajo el agua.

Con lo que mañana, me levantare una hora antes snif. Qué horror.