
Tras destacar en la guerra de Jugurta, la guerra cimbria y la guerra social, los intentos de Cayo Mario por arrebatarle el control del ejército que debe combatir a Mirtriades VI de Ponto lo llevan a marchar sobre Roma y restaurar el statu quo anterior por la fuerza de las armas, siendo la primera vez que un ejército romano expugna la propia Urbe. Deja Roma en manos de un cónsul popular, Lucio Cornelio Cina y otro optimate, Cneo Octavio, marchando a combatir a Oriente, pero al poco retornó Mario, que aliado con Cina da un golpe de estado. Mario muere al poco tiempo, instaurando Cina un gobierno autocrático de tres años (Cinnanum tempus, 87-84) y persiguiendo a los seguidores de Sila…

Sus logros militares y su rivalidad con Mario pasan a la historia, pero el momento decisivo de Sila, líder de la facción de los optimates fue su marcha sobre Roma, el augurio de una cruel dictadura

Mario vencedor de Tieppolo
Dice Lucano que cuando Cesar cruza el Rubicón y marcha sobre Roma, un espectro aparece en las calles alertando a los ciudadanos del fin de los días.

Yugurta esposado
Aquel fantasma es Lucio Cornelio Sila, muerto poco años antes, hombre clave en la caída de la republica romana y casi asesino del propio Cesar.

Roma en tiempos de Republica, 1896 grabado de Friedrich Polack
Sila es alguien oscuro, quizás no es de las mejores personas del mundo romano, pero aquel político y militar que abre las puertas a los desmanes, también tuvo sus luces, aunque a punto estuvo de no tener nada.

Nacido en el 138 antes de Cristo de una familia aristocrática, su padre muere dejándole en la ruina, por lo que mientras otros jóvenes de su edad recorren el camino de la política o milicia sirviéndose del capital de sus familias, Sila se convierte en un superviviente, que se da a la vida disoluta, gustando de compartir juergas con travestidos, cómicos y prostitutas.
Para sobrevivir utiliza su físico porque es muy guapo, de ojos azules y pelo rojo, que lleva a una de las cortesanas más ricas de roma a caer rendida a sus pies.
Lo que recupera a Sila para la vida aristocrática, pues al morir la mujer, hereda todo el patrimonio.
Tiene entonces 30 años y la cabeza bien amueblada para transitar por los senderos de la ambición.
Con dinero en los bolsillos salta a la política romana en una era turbulenta. Por un lado los choques entre optimates y populares hacen sangrar a Roma.
Por otro los conflictos externos van a poner en jaque a la ciudad. Uno de ellos tiene como eje central la númida Yugurta, con quien Roma ha entrado en guerra cuando Sila es elegido cuestor en el 107 antes de Cristo. Justo en el momento en el que Cayo Mario consigue el mando del norte de África.
Sila se pone a las órdenes de Mario, que no se fía mucho del él, porque le precede fama de libertino, pero también se percata que aquel juerguista es un hombre valido que hay que tener en cuenta.
Sila disfruta de la guerra, es bueno para el mando y sabe confraternizar con la tropa.
La relación con Mario en la guerra de Yugurta va bien hasta el final, cuando un ardid de Sila permite capturar al rey númida acabando con el conflicto.
La sintonía entre Mario y Sila termina ahí en medio del triunfo, pues los que odian a Mario, atribuyen a Sila el éxito de la campaña y Sila se deja querer, llegando a fundir como sello personal, la imagen del momento de la captura de Yugurta, lo que termina de rematar la relación.

Tras la guerra de Yugurta, Sila se convierte en el paladín de los optimates y Mario en el de los populares. El choque parece inevitable, pero una amenaza mayor les hace unirse de nuevo. Al norte dfe las fronteras aparece una horda bárbara, compuesta por cimbrios y teutones, dispuesta a arrasar Roma.

La republica aterrada recurre al héroe militar del momento, quien parte a enfrentarse con los barbaros con el eficaz Sila.

Mario alcanza gloria eterna contra los enemigos a los que aplasta con su estrategia, pero al final de la contienda, Sila ya no aguanta a su hasta entonces jefe y comienza a actuar por su cuenta.

Así Sila enriquece su currículo siendo como edil, el primero en llevar espectáculos de leones a Roma, y actúa como pretor en el este de Europa, entrando en contacto con quien seria el desencadenante del problema final con Mario, el rey Miltriades VI de Ponto, un gobernante de afán expansionista que no temía a los romanos.

Pero antes de que el problema de Mirtriades comience, entre el 90 y el 88 Ac los romanos hacen frente a una guerra social, un choque en el interior de Italia con pueblos aliados de Roma que buscan la ciudadanía tantas veces negada.

Mirtriades
En esa guerra, Sila ya vuela solo en terreno militar, distinguiéndose en el campo de batalla, lo que propicia su elección a cónsul en el 88 Ac.

Es general icónico de los optimates. Ese mismo año, Mirtriades emprende su avance hacia el oeste, marchando contra el protectorado romano y masacrando a 80000 ciudadanos romanos por el camino.

Después se prepara para presentar batalla en Grecia. Sila como cónsul debe de hacer frente con sus legiones, pero Mrio es ambicioso y quiere el mando completo de las tropas contra Mirtriades, por lo que no duda en tejer una maniobra política para arrebatar el mando a su rival.

Nadie ve venir lo que ocurre después y es que Sila en vez de plagarse a los deseos de Mario, reúne a sus soldados y marcha sobre Roma.
Entrar con el ejército en la ciudad salvo para celebrar un triunfo era sacrilegio y mas con los 30000 hombres con los que contaba.

Cuaando estuvieron frente a la muralla los líderes populares y el propio Mario pensaban que se detendría Sila.
Pero no solo no lo hace sino que asegura que la diosa Venus guía sus pasos y entra en Roma eliminando a sus adversarios y quemándolas casas de aquellos que respondían a su ataque.
Mario consiguió escapar lo que privo a Sila del éxito total, pero el líder optimate se dispuso a reorganizar la política romana y partió contra Mirtriades como indiscutible vencedor del primer asalto de la guerra contra los populares.
Por el camino algo se había roto para siempre. La marcha sobre Roma, la pugna entre líderes políticos que se batían con espadas en vez de con palabras hace que Apiano deje escrito:
Ya nada había que hiciera que los señores de la guerra se avergonzaran de desencadenar la violencia militar. Nila ley, ni las instituciones de la Republica, ni el amor por Roma.
La guerra contra Mirtriades fue bien y si Sila se hizo con un buen botín en Grecia, pero con Sila fuera de Roma, Mario volvió y los populares conquistaron el poder sembrando el caos.
Con el choque se esperaba el regreso de Sila. Cuando este se produjo, Mario había muerto ya, con lo que el optimate se encontró con los populares descabezados, aunque mejor preparados para resistir que en la marcha precedente sobre la ciudad.
La batalla por Roma fue sangrienta. Se saldó con un Sila victorioso que capturo a 3000 prisioneros a los que mato dejando que los senadores supervivientes escucharan sus gritos.
Después aumento el clima de terror al ser nombrado dictador e inaugurar su gobierno exhumando las cenizas de su gran enemigo Mario que fueron arrojadas al rio Anio.
A continuación, Sila inicia la época de las proscipciones, según la cuales cualquier adversario de los optimates podía ser asesinado sin juicio previo y sus propiedades confiscadas.
Cesar como sobrino nieto de Mario e inevitable miembro de la facción popular, estuvo a punto de ser ejecutado junto con otras 5000 víctimas de las proscripciones de Sila.
Pero el dictador cambio la pena de muerte por un confinamiento estricto declarando:
En el joven Cesar hay muchos Marios.
La frase con el correr de los años resulto sr cierta y bastante premonitoria.
La dictadura duro poco. Cuando creyó que lo había dejado todo bien atado para mantener el poderío optimate, Sila abandono el cargo.
Corría el 80 ante de Cristo y dice la leyenda que al abandonar el poder un ciudadano lo increpo a lo que contesto:
¡Que imbécil! Después de este ademan no habrá en el mundo ningún dictador dispuesto a dejar el poder.
Sila termino sus días solazándose con sus viejos amigos entre los que abundaban las prostitutas, cómicos y la marchita drag queen.
No duro mucho la juerga pues Sila murió en el 78 antes de Cristo, dejando en el epitafio:
Ningún amigo me ha hecho favores, ningún enemigo me ha inferido ofensa que no haya devuelto con creces.
Pero Sila dejo tras si una Roma en la que ya todo valía. Habi derribado las puertas de la Republica, abriendo paso a los Pompeyos, Cesares y los Augustos, que inaugurarían lo que Sila había hecho ya, la Roma del autoritarismo brutal.
