Aconteció a las afueras de Estambul, en el camino de Pierre Loti, un sendero a campotraviesa de un escritor que amaba la ciudad y paso temporadas allí.
Pierre Loti, oficial de la Marina Francesa y autor de novelas de estilo impresionista tuvo una infancia modesta de familia y albergo siempre la idea de ser marino. Lo consiguió durante más de cuarenta años.
Se retiró con el grado de capitán después de haber combatido en la I Guerra Mundial.
Hay una ópera basada en su obra semiautobiográfica Madame Chrysanteme en la que se basa Madame Butterfly de Giacomo Puccini más tarde.
Tuvo una vida novelesca y ocupo el sillón 13 de la Academia Francesa durante más de 30 años.
El caso es que paseando con mi marido despreocupada en una de las visitas que hice a Estambul, de pronto en un precipicio, en una montaña escarpadísima, vi a un pastor anciano que no se enteraba de los llantos de un cabitillo extraviado.
Debido a su avanzada edad posiblemente, ni veía ni oía demasiado.
Todos desde arriba gritábamos, porque veíamos que el cabritillo cada vez lloraba más y el pastor se alejaba ignorante.
Pero nadie hacia nada.
Y con una falda corta y unas zapatillas de deporte, me lance a socorrer al bebe llorón. Me caí, me hice sangre en las rodillas y en las manos en varias ocasiones con las punzantes rocas, pero había prisa y seguí tenaz.
Cuando llegue al bebe, había un problema, el terreno seguía siendo escarpado y complej de transitar ¿cómo trasportarlo para seguir corriendo y que no molestara?
Recordé la figura del buen pastor. Me puse en el cuello al bebe llorón y lo sujeté con una mano.
Tras mucho correr, llegue exhausta al espacio de visión del anciano pastor, que parecía salido de una estampa de la Biblia, con una vara en la mano y vestido de beduino que en Estambul es una rareza.
Se notaba oriente, yo con mi excitación, quería unas gracias exageradas, me miró y se tocó el lado de la frente varias veces y luego el corazón, yo me quede un poco apagada, pero él tuvo una gran dignidad a pesar de su ropa mísera y su senectud.
A los varios días, paseando por el centro histórico que por la noche es un tanto inquietante porque se queda desierto, de vuelta andando a Taksin, nuestro barrio, me encontré en una escalera a un anciano pidiendo limosna.
Solo vi su perfil, me angustio tanto que saqué un billete de diez dólares y se lo di.
Pero al verlo de frente nos reconocimos y él rechazo el billete…le volví a insistir y lo volvió a rechazar. Una cuestión de honor.
Pero ambos nos regocijamos de vernos de nuevo, como si nos conociéramos de toda la vida. En otro contexto lo habría abrazado, alli no me atrevi, hay un salto cultural, hoy seguramente lo habria hecho, a la mierda las costumbres, que se imponga el amor.

Que historia tan bonita y que gran gesto. Felicidades por una buena acción.
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Bonico eres
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Wow ! No sé si yo hubiera sido capaz de ir a rescatar el cabrito, espero que sí.
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Claro que si, eres artista, con mucha sensibilidad y generosa, solo con ver como te comportas con los gatos estoy segura que puede que hubieras salido antes que yo a rescatar al bebe lloron que era precioso.
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Bonica eres, como dices 😉
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Tu mas
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