
Las metamorfosis creativas de Picasso no se ciñen a ninguna práctica artística específica. Sabido es que mediante el dibujo, la pintura, el collage, la escultura o la fotografía despliega una serie de interacciones formales y procesuales que definen su identidad artística.
La ausencia de un estilo propio, salvo en el periodo inscrito en el cubismo era precisamente la cifra de su carácter y destino artístico.

Debido a esas continuas mezclas entre poéticas que las valoraciones ortodoxas, tanto las académicas como las vanguardistas, tildan de eclécticas, Picasso configura su obra intempestiva, poliédrica, irreverente y libre.

Ha sido su faceta como escultor la que ha tenido un conocimiento menor y tardío. Él mismo contribuye a ese déficit, dado que no accede a exponerlas de un modo amplio hasta 1966 en una retrospectiva cuando ya cuenta con 85 años.
¿Cómo se explica esto? Cierto es que su corpus escultórico lo integran 700 piezas frente a la prolífica producción pictórica que supera las 4.500.
Pero no la considera una práctica artística menor, sino que el rechazo a presentarlas en muestras o a venderlas en galerías obedece a una decepción.

La Asociación de Amigos de Apollinaire le encarga una obra en memoria del poeta y amigo que fallece en 1918. El rechazo a su propuesta, una suerte de dibujo tridimensional formado por alambres de hierro soldados en una tensión de líneas y vacíos, debe influir en su decisión de quedarse el conjunto de esculturas que crea.

Como destaca Carmen Giménez, que las rupturas de Picasso con la tradición clasicista y con la incipiente modernidad, acontece.
En tanto en la pintura como en la escultura y que se da un continuo desplazamiento entre las mismas.
Parece exagerada la valoración del escultor y amigo Julio González, con quien colabora en la construcción de piezas de hierros soldados, cuando afirma que la mirada escultórica de Picasso está en la génesis de toda su obra, pero lo cierto es que las elecciones formales y constructivas interactúan en escultura y pintura.
Una de las piezas que sobresale en la exposición es la conocida Mujer en el jardín, 1930-1932, que condensa la síntesis de postulados cubistas y surrealistas.
En la década de los años 30 una serie de cabezas y bustos en yeso refieren énfasis primitivistas, derivas orgánicas y ecos de las asimetrías cubistas como en Cabeza de mujer, 1937, realizada en yeso, o en Mujer con naranja o Mujer con manzana, 1934, fundida en bronce.
No accede a exponer sus esculturas de un modo amplio hasta 1966, ya con 85 años
Un lugar prominente ocupa La dama oferente, 1933, que pertenece al Museo Reina Sofía y que esta en el grupo de cinco esculturas que presenta en el Pabellon Español de la Exposicion Internacional de Paris, junto al Guernica.
Marie-Thérèse, que es el centro de su pasión amorosa de esos años, inspira la realización de esa enigmática figura y numerosas pinturas.
Otra pieza magnífica es Cráneo (Cabeza de muerto), 1943, un bronce realizado en el contexto de la II Guerra Mundial.
Se muestran asimismo una serie de diminutas figuras en bronce, realizadas en su estudio de Boisgeloup a mediados de los años 40.
También se exponen una selección de piezas de manos y cabezas en bronce, así como algunos ensamblajes de madera pintada que surgen en su estancia de Vallauris, en la Costa Azul, en los años 50.
Al mismo tiempo experimenta nuevos desarrollos escultóricos con chapa recortada y pintada, como su pieza Sylvette, 1954, Cabeza de hombre barbudo, 1954 o Cabeza de mujer (Jacqueline), 1962.
La síntesis pictórica y escultórica se manifiesta con toda evidencia.
La serie Los bañistas, 1956, en bronce, muestra una estilización y deriva geométrica que contrasta con la corporeidad organicista de otras esculturas.
Menos afortunadas me parecen las obras de arte público, en una escala monumental, como la instalada en Chicago en el Richard J. Daley Center y cuya maqueta se expone. Un formidable catálogo y un simposio internacional completan este acontecimiento.
